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Le Torri di Cadice o las Torres de Cádiz
Una simple foto de 20 x 25 cm adornaba siempre la entrada de la casa de Remo Scalla, el ingeniero que dirigió la construcción de las Torres de Cádiz. Dos grandes obras de arte electromecánicas que marcaron su carrera profesional y su vida familiar. Su hijo, Alberto Scalla, mantiene la tradición.
Por Alberto Scalla
Una simple foto de 20 x 25 cm, siempre al entrar, adornaba nuestras casas. “Nuestras casas”, por el simple hecho de que mi padre, el ingeniero Remo Scalla, quien trabajaba para multinacionales, tenía que cambiar de localidad cada 24 – 48 meses, dependiendo de las obras que se le asignaban.
Esta foto siempre tomaba primera posición entre los adornos de nuestro nuevo hogar cuando mis padres tenían que cambiar de proyecto y de país.
Mi padre participó en muchos proyectos de ingeniería en varios países. Pero, definitivamente, el que más llevaba cerca de su corazón fue las Torres de la Luz…o, como él siempre las llamaba, Le Torri di Cadice… Las torres de Cádiz.
Desde muy pequeño, tuve conocimiento de este proyecto y su significado para mi padre…y para mi madre. Se conocieron gracias a ellas. Coincidieron un día que, por un accidente en las obras, tuvieron que llevar a uno de los trabajadores a urgencias. Ese día, la enfermera de turno era mi madre.
Cada vez que paso por Cádiz, no dejo de visitar estas obras de arte… les tengo un cariño especial, por razones obvias. Pero lo que más me impresiona es reflexionar sobre su construcción, que comenzó hace 65 años. Siempre al lado de mi padre en sus obras, él me contaba las dificultades que todos los proyectos de esta envergadura suelen presentar, pero lo más interesante era cómo los ingenieros llegaban a solucionar esos retos.
Mi padre me contaba que, durante la construcción de las Torres de Cádiz, su preocupación era la seguridad de los trabajadores, por las condiciones precarias de la época con las que tenían que trabajar.
Hoy en día, recién terminado y celebrando el nuevo cableado, podemos imaginar las dificultades que afrontaron con el tendido de las líneas en aquella época. Como podemos observar en las fotos anexas, era un trabajo de mucho valor y requería un gran coraje por los trabajadores que llevaban a cabo estas operaciones. .
Al terminar su construcción, y sin mucho festejo, los miembros del equipo que participaron en el proyecto decidieron tener un pequeño almuerzo en la plataforma superior; que consistía en embutidos, pan y cervezas… y, eso sí, un buen puro. Como era costumbre entonces.
Decía que “Le due Principesse” (Las dos Princesas), como a veces también se refería a ellas, durarían para siempre.
Primero, porque fueron diseñadas por su gran amigo de la infancia en Italia, el ingeniero Alberto Mario Toscano, junto a quien trabajó también en las torres del Cruce del Estrecho de Messina. Estas torres, aunque ya no cumplen con su propósito original, se mantienen en pie ya que, al igual que las Torres de Cádiz, hoy forman parte del patrimonio local.
Y segundo, por un detalle que muy pocas personas conocían hasta que Endesa decidió hacer este homenaje a estas grandes obras de arte electromecánicas. La razón adicional por la cual mi padre creía que durarían para siempre era que, durante la construcción de las bases de las torres con hormigón armado, mi padre colocó una pequeña medallita de la Virgen de Fátima y otra de la Virgen de Santa Rita. Una en cada base de las torres.
Desde aquí, quisiera extender un muy profundo reconocimiento a Endesa y a todos los equipos que llevan a cabo las tareas de mantenimiento y cuidado de estas dos grandes Damas, al igual que a todos aquellos que descendemos de aquellas personas que a través de los últimos 65 años dieron vida y luz a las Torres de Cádiz.
Hoy en día, esa misma foto, también adorna la entrada de la casa de mi familia.