
Verlo siempre en Español
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Estamos acostumbrados a aburrimos poco. En un mundo hiperconectado en el que los avisos del teléfono no dejan de sonar, nuestro cerebro está saturado de impulsos y datos. Sobrecargado. La pregunta es: ¿podemos sacar algo bueno del aburrimiento?
La conclusión de los estudios científicos es clara: aburrirse merece la pena. Si forma parte de nuestro día a día y lo enfocamos de manera positiva, el tedio puede ayudarnos a relajar el cerebro. ¿Estamos preparados para aburrirnos?
Estamos obsesionados con el tiempo, acostumbrados a llevar vidas ajetreadas en las que un gran número de elementos tratan de captar nuestra atención. De ahí que en el marco de la Cuarta Revolución Industrial estén asentados términos como “economía de la atención”.
Si en el pasado la información era escasa, ahora es sobreabundante y lo que nos falta es atención con la que poder procesarla. De hecho, varios estudios cifran en torno a 60 horas por semana el tiempo que pasamos intentando prestar atención a unas cosas e ignorar otras.
"Según algunos cálculos, estamos habituados a dedicar más de 60 horas semanales a economizar nuestra atención."
Y una vez que decidimos a qué prestarle atención… llegan todos nuestros proyectos personales. Queremos hacer ejercicio, aprender un idioma y otras actividades que nos consumen más y más tiempo. Queremos hacer muchas cosas y quedarnos sin hacer nada no nos resulta una alternativa válida. Razonamos en un estado de urgencia constante, pero quizás hay otra manera de enfocarlo.
En 1965 Manpo-kei se convirtió en uno de los primeros podómetros para contar pasos. Uno de los diseñadores de este producto pionero consideró que diez mil pasos eran una medida apropiada. Décadas después Garmin, Fitbit y otras tantas aplicaciones de pulsómetros copiaron aquella cifra. Pero nadie verificó si esos diez mil pasos tenían sentido o no. Hubo que esperar a 2019 para que un estudio médico demostrase que era una cifra arbitraria y sin base científica.
Según varias investigaciones, la receta de diez mil pasos para todos no era válida porque mucha gente se sobreesforzaba y muchos otros se quedaban cortos en sus entrenamientos. La lección está clara: lo que vale para todos no es eficiente.
Ser eficiente es conseguir más con menos según las circunstancias y los esfuerzos de cada uno.
La prestigiosa antropóloga Amber Case, lleva años insistiendo en que para llevar una vida satisfactoria necesitamos prescindir de todo aquello que nos consume atención y no nos aporta valor como personas.
Aunque nos resulta extraño y contraintuitivo, son muchos los expertos que lo tienen claro:
¿Trabaja mejor quien pasa diez horas seguidas delante del ordenador sin ninguna pausa? ¿Compite mejor el atleta que se sobre-entrena? En este sentido, los beneficios de la siesta para mejorar la concentración son una muestra más de que la eficiencia no siempre es como la imaginamos.
"Alguien que consigue los mismos resultados trabajando cuatro horas es el doble de eficiente que alguien que dedica ocho."
El aburrimiento entendido como “estado de baja agitación” nos ayuda a ser más creativos, tal y como descubrieron las investigadoras Gasper y Middlewood en 2014. Desacelerar puede ser bueno. Fomentar actividades tediosas como leer la guía telefónica, contar judías o quedarse mirando a la pared resultan relajantes y nos ayudan a tener más claro quiénes somos y qué queremos hacer.
Ante estas problemáticas, los expertos llegan a recomendar incluso dejar de lado el teléfono móvil o, al menos, instalar aplicaciones como Forest que ayudan a usar menos el móvil, o plugins como HabitLab Today de la Universidad de Stanford que nos ayuda a entender en qué se nos va el tiempo.
Este suele ser el punto de partida de muchas investigaciones. La lógica es la siguiente: solo a partir del momento en que nos demos cuenta de que pasamos cuatro horas diarias en WhatsApp, podremos hacer algo al respecto.
Pero cuidado: podríamos caer de nuevo en la trampa de la urgencia, de tener que hacer algo con nuestro tiempo a toda costa… En lugar de desconectar y aburrirnos para así poder ser verdaderamente creativos y originales. Antes de cambiar nada de nuestra vida, dediquemos un tiempo a meditar cuál es el hábito que queremos cambiar (empecemos por uno, dos son ya demasiados).
"Cada vez existen más aplicaciones que intentan ayudarnos a desconectar de la vorágine de actividades, notificaciones e informaciones que nos asedian."
Construir hábitos no es fácil. Pongamos un ejemplo práctico.
Queremos tener más tiempo para nosotros, así que nos ponemos a apuntar en un horario en qué hemos invertido el tiempo de la semana pasada. Y tenemos los siguientes resultados:
¿Habría algún modo de hacer más eficiente nuestro tiempo, agrupando tareas con el objetivo de ganar tiempo? En otras palabras, ¿podemos crear un hábito que nos deje algunas horas libres a la semana? Lo cierto es que sí:
Da la impresión de que nos encontramos en una paradoja: queremos mejorar nuestra vida y, para ello, hacemos uso de métricas en busca de la eficiencia perdida. Nos estresamos con esto y nos dicen que nos relajemos… pero entonces nos ponemos a organizar la propia actividad de relajarse y acabamos exactamente donde empezamos.
Quizá el primer y único paso para ser más creativos, tener mejor predisposición al trabajo y trazar mejores planes sea aburrirse, sin más. Investigadoras como Heather Lench son firmes defensoras del aburrimiento como mecanismo biológico esencial. Llegan a defender que si hemos llegado tan lejos como civilización es gracias, entre otras cosas, a que nos hemos aburrido mucho a lo largo de la evolución.
Aburrirnos es una actividad denostada y sin prácticamente adeptos, pero ha demostrado ser una de las más productivas en el largo plazo. Obligarnos a hacer pocas cosas durante un periodo de tiempo, a limitar las actividades, a salir poco de casa… puede ser una oportunidad para conocernos mejor y volver a la actividad con objetivos más auténticos.
"Aunque no lo parezca, aburrirse durante un tiempo puede ser una de las actividades más productivas de tu vida. "