
Una llamada a la energía limpia
El contexto actual derivado de la guerra de Ucrania plantea un nuevo escenario a la hora de alcanzar los objetivos de descarbonización en la producción energética. Un momento crucial y una oportunidad para aumentar el despliegue de renovables como vía a seguir para lograr estos compromisos. Importante es tener en cuenta los plazos entre las decisiones de inversión y la puesta en marcha de los proyectos.
Por Víctor Relaño
Imprimir un mayor ritmo al proceso de conversión de las fuentes de energía hacia una economía de emisiones cero se ha convertido en una necesidad global. La situación geopolítica en el mundo y el cambio de proveedores de energía en la Unión Europea han hecho pensar en una quiebra en el modelo emprendido. Pero lejos de producir un parón, los expertos recomiendan intensificar el proceso hacia la sustitución de los combustibles fósiles.
Los encargados de la negociación de proyectos pasan por alto en la mayoría de las ocasiones el retraso que existe entre las decisiones de inversión y el momento en que estos proyectos se ponen en marcha. La Agencia Internacional de la Energía defiende un incremento en el gasto en energía limpia, porque en caso contrario, las cantidades invertidas en proyectos para el cambio climático corren el riesgo de no alcanzar lo que sería necesario para satisfacer eventuales incrementos en la demanda.
“Aunque la actual crisis energética fue desencadenada por la invasión rusa de Ucrania, aún debemos prestar mucha atención a estos desequilibrios de inversión subyacentes a medida que salimos de la crisis, o nos arriesgamos a una mayor volatilidad en el futuro. ¿Son los altísimos precios actuales de los combustibles fósiles una señal para invertir en suministro adicional o una razón más para invertir en alternativas?”, advierte el Fatih Birol, el director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
La AIE debe su nacimiento al secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, en la lucha frente a la otra gran crisis energética que vivió el mundo en la década de los años 70. La Organización de Países Exportadores de Petróleo decidió reducir la oferta de crudo de una manera drástica y elevar un 70% el precio como protesta contra los países que habían apoyado a Israel en la cuarta guerra árabe-israelí.
Los paralelismos entre esta época y la actual son evidentes cincuenta años después. Hasta la limitación de velocidad de 55 millas por hora de la administración Nixon recuerda mucho a los recientes consejos de circular a un máximo de 90 kilómetros por hora para frenar el efecto del encarecimiento de los combustibles.
Decisiones de inversión
“Las decisiones de inversión en energía se ven empañadas por la niebla de la guerra. La invasión de Rusia ha provocado la agitación de los planes de inversión en todos los sectores energéticos y ha exacerbado las tensiones en los mercados mundiales de productos básicos que ya eran visibles”, advierte Fatih Birol en un reciente artículo publicado por el magazine del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los países importadores de energía ahora se esfuerzan por reemplazar los suministros interrumpidos de combustibles, y los altos costos han causado estragos en muchas economías y han obligado a millones de personas a volver a la pobreza y la inseguridad energética, destaca el responsable de la AIG.
La sombra del cierre de fábricas, una losa de gran peso en países como Alemania, el corazón de la Unión Europea, constituye una de las grandes amenazas de la situación actual. Una situación que entraña los peligros del crecimiento del paro y las dificultades para que las familias puedan acceder a la energía necesaria para calentar sus hogares.
“La crisis energética de hoy, la primera crisis energética verdaderamente global, ha dado lugar a una narrativa falsa de que ahora no es el momento de invertir en energía limpia”, alerta Birol. Una ambivalencia sobre la que debe haber ninguna duda. Hay que perseguir ambos objetivos a la vez. “La inversión masiva en energía limpia, incluida la eficiencia energética, las energías renovables, la electrificación y una variedad de combustibles limpios, es la mejor garantía de seguridad energética en el futuro y también reducirá las emisiones nocivas de gases de efecto invernadero”.
Las emisiones de dióxido de carbono se incrementaron de forma récord en 2021 y la inversión en tecnologías de energía limpia todavía está muy por debajo de lo que se necesita para reducir a cero las emisiones a mitad de este siglo. Asimismo, estas inversiones han dejado a algunos productores de petróleo y gas sin capacidad suficiente para satisfacer la demanda actual.
En medio de este panorama desalentador, existe una vía de esperanza. Después de cinco años que las inversiones en energías limpias sólo habían crecido el 2%, desde 2020 han aumentado a una tasa del 12% anual gracias a los proyectos de energía solar y eólica. A esta fuerte actividad hay que sumar el impulso en áreas como el hidrógeno de bajas emisiones, nuevas tecnologías de baterías y captura, utilización y almacenamiento de carbono.
El problema sigue siendo que sólo los países avanzados y China están realizando esfuerzos en este terreno. Quedan al margen los países emergentes y de África, donde los fondos públicos para proyectos de energía sostenible siguen siendo muy escasos.
Oportunidad
Aquí es donde las organizaciones financieras internacionales y las instituciones de desarrollo tienen un papel importante que desempeñar. Pueden trabajar con los gobiernos locales para desarrollar políticas para mejorar el entorno de inversión, y su financiación puede ayudar a reducir el riesgo de participación del sector privado.
“La situación actual ofrece una oportunidad crucial para que el sector del petróleo y el gas demuestre que se toma en serio la transición hacia la energía limpia. El aumento de los precios generará una ganancia inesperada sin precedentes de 2.000 millones para los productores de petróleo y gas este año, lo que elevará sus ingresos totales a un récord de 4.000 millones en 2022”, señala Fatih Birol. “Sin embargo, la industria del petróleo y el gas sigue gastando solo modestamente en transiciones energéticas: en promedio, el gasto en energía limpia representa alrededor del 5% del gasto de capital total de las empresas de petróleo y gas. Eso es un aumento del 1% en 2019, pero aún es demasiado poco”.
El director ejecutivo de la AIE indica que la actual crisis energética global presenta enormes desafíos, especialmente para los próximos inviernos. Pero después del invierno llega la primavera, y las decisiones de inversión correctas pueden transformar esta crisis en un punto de inflexión histórico hacia un futuro energético más limpio y seguro.
“Ya estamos viendo pasos alentadores en esta dirección, como la Ley de Reducción de la Inflación en los Estados Unidos; el paquete REPowerEU en la Unión Europea; el plan de Transformación Verde de Japón; y el crecimiento de las energías renovables en China, India y más allá. Está emergiendo una nueva economía energética global, y los gobiernos y las empresas que invierten temprano y sabiamente pueden cosechar los beneficios”.
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