
Verlo siempre en Español
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Hace unas semanas hablábamos en el blog de cuatro películas que habían predicho el futuro con gran precisión; cuatro filmes de ciencia ficción que nos mostraban tecnologías futuristas, las cuales, con el paso de los años, se han ido haciendo realidad, como los drones, las tabletas o los coches autónomos.
Sin embargo, antes de la aparición de la ciencia ficción en el séptimo arte, un grupo de escritores visionarios también habían plasmado en tinta y papel el mundo venidero: situaciones y acontecimientos que en sus épocas sonaban a disparate, pero que muchos años después formaban parte de los libros de Historia, o extraños inventos y dispositivos inimaginables, que ahora son totalmente comunes en nuestras sociedades (algunos incluso imprescindibles).
Hoy queremos hablaros de tres de esos libros, publicados antes de la llegada del siglo XXI, que imaginaron cómo viviría la humanidad décadas más tarde con total clarividencia.
No podía faltar en esta lista uno de los escritores más importantes dentro del ámbito de la ciencia ficción, el francés Julio Verne. Una de sus novelas más famosas, De la Tierra a la Luna, publicada en 1865, narraba el desarrollo de un imaginario proyecto, llevado a cabo en los EE. UU. (país al que Verne satiriza en el libro), y diseñado por unos fabricantes de armas, el Gun-Club, en paro tras el final de la Guerra de Secesión. Estos pretendían construir un enorme cañón con el fin de destruir la Luna usando un proyectil. Sin embargo, un aventurero proveniente de Francia los convence para convertir la bala en un proyectil hueco, a bordo del cual pueda viajar un pequeño grupo de hombres, con el fin de explorar el único satélite natural de la Tierra.
Quién iba a decirle a Verne que un siglo después de la publicación de su novela, más concretamente el 20 de julio de 1969, los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins aterrizarían sobre la superficie de la Luna con un vehículo espacial tripulado, el Apolo 11, que había despegado cuatro días antes desde Cabo Cañaveral (en la costa este de Florida), curiosamente un lugar muy cercano al del lanzamiento del proyectil ideado por el escritor francés en su novela.
¿Volveremos a contar con otro Julio Verne en nuestra historia? Podría ser que sí: muchos ya consideran al magnate Elon Musk su digno sucesor, como lo demuestran los logros alcanzados hasta el momento por una de sus empresas, SpaceX, volcada en los viajes espaciales, una de las pasiones de este gran innovador.
Quizás a mucha gente no le suene el nombre de Hugo Gernsback, sin embargo, este periodista nacido en Luxemburgo, está considerado uno de los padres de la ciencia ficción, junto con H. G. Wells y Julio Verne. Además de escribir estupendos relatos futuristas, Gernsback también fue un destacado inventor. De su mente salió, por ejemplo, el staccatone, un instrumento musical electrónico basado en la válvula de vacío. Pero, sin duda, su trabajo más conocido es su única novela, Ralph 124C 41+, publicada en 1925, y compuesta por varios relatos que habían ido viendo la luz en la revista Modern Electrics desde abril de 1911.
La historia, ambientada en 2660, tiene como protagonistas a un hombre y una mujer que viven una historia romántica en una sociedad futura donde se utilizan de manera cotidiana muchos artilugios innovadores; inventos y dispositivos extraños que, hasta el momento, siguen formando parte del ámbito de la ciencia ficción, como un giroscopio que permitía viajar a otros planetas o el Bacillatorium, una cámara descontaminante doméstica.
Sin embargo, Gernsback predijo tres cosas muy interesantes a través de las líneas de su novela: la invención de los radares –Pulsating Polarized Ether Wave, en su particular universo-, una veintena de años antes de su aparición (concretamente fue en 1934 cuando nacieron los de ondas decimétricas, gracias sobre todo a los estudios previos de otro pionero: Nikola Tesla), el uso de la energía del Sol, imaginada en los Helio-Dynamophores, que básicamente son nuestros paneles solares, y el desarrollo de la domótica, predicha mediante el Luminor, un sistema de iluminación que se activaba mediante la voz, y que podría ser perfectamente uno de los avances actuales surgidos de la tecnología del Internet de las Cosas.
"¿Sabías que… los prestigiosos premios de literatura de ciencia ficción Hugo Awards se llaman así en honor a Gernsback?"
Hemos dejado para el final una de las novelas más sorprendentes en lo que a predicciones se refiere. Su autor, el británico John Brunner, está considerado uno de los escritores de ciencia ficción más visionarios del mundo. Casi todos sus textos contaban historias corales ambientadas en sociedades futuristas, cuyas descripciones, leídas décadas después, explican con tanta precisión avances tecnológicos y acontecimientos posteriores, que podrían hacer pensar que Brunner era realmente capaz de contemplar el devenir de la humanidad.
Es quizás en Todos somos Zanzíbar, una de sus mejores novelas, donde más se aprecia este fenómeno. Publicado en 1969, este libro explica, con todo lujo de detalles, cómo imaginaba Brunner que sería nuestro mundo en 2010. Es decir, cuarenta años en el futuro. Algunas de las predicciones de esta novela incluyen la creación de la Unión Europea, la invención de las impresoras láser, la existencia de la televisión a la carta y por satélite, el auge de la violencia en las escuelas de EE. UU., la superpoblación, la creciente amenaza del terrorismo o la conversión de China en una potencia mundial. Incluso uno de sus personajes es un líder mundial conocido como Presidente Obomi.
Pero quizás la predicción que más nos atañe sea la que Brunner realizó respecto a la movilidad sostenible. En el futuro descrito en su novela, cada vez más personas se desplazaban por las ciudades a bordo de vehículos que funcionaban mediante pilas de combustible eléctricas. Es decir, de coches eléctricos. Y los grandes impulsores del desarrollo de la emobility en esa sociedad imaginaria eran Honda y General Motors. Lo más sorprendente es que, como os contamos el mes pasado en otro post, en la actualidad ambas multinacionales han forjado un importante acuerdo para fabricar en masa pilas de combustible de hidrógeno destinadas a vehículos. ¿Cómo era capaz Brunner de vislumbrar con esa claridad tantos acontecimientos que ocurrirían muchos años más tarde? Nunca lo sabremos, pero al menos podremos disfrutar de sus novelas.