
Para hablar de cambio climático, primero debemos tener claro qué es. Y, para ello, es necesario conocer la diferencia entre dos conceptos básicos que se confunden a menudo: el tiempo y el clima.
Aunque ambos se refieren a condiciones locales de temperatura o precipitaciones, tienen una escala temporal distinta. El tiempo es el estado de la atmósfera en un momento y lugar determinado. Viene determinado por una combinación de elementos del clima como puede ser la precipitación, el viento o la temperatura, entre otros. Esto supone que pueda experimentar cambios rápidamente, afectando a una superficie limitada, y que por tanto su predicción sea compleja.
Por su parte, el clima es el patrón del tiempo atmosférico. Este contempla cambios en más largo plazo – estacionales - y se produce en una zona geográfica más amplia. A diferencia del anterior concepto, se puede medir a lo largo del tiempo con una serie de parámetros como la temperatura o la precipitación, que nos permiten así estudiar su evolución temporal y hacer predicciones.
El cambio climático, por tanto, se refiere a los cambios en los patrones climáticos a una mayor escala espacial/temporal, como por ejemplo el aumento de la temperatura media o la disminución de la precipitación en una región o incluso a escala global. Estos cambios pueden ser por causas naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar. Sin embargo, desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático. Esto es debido, principalmente, a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas.
Cambio climático: el efecto invernadero
La ciencia, a través de su máximo exponente en la materia, The Intergovernmental Panel on Climate Change, ha demostrado que los patrones del clima se están modificando a un ritmo sin precedentes. El incremento de las temperaturas, la disminución de las precipitaciones o el aumento de fenómenos climáticos extremos, como olas de calor o inundaciones, son algunos ejemplos del cambio climático.
Existe evidencia científica de que el cambio climático actual tiene origen antrópico. Se debe a una alteración en la composición de la atmósfera provocada por el incremento de las emisiones de carbono derivadas de la actividad humana. A dicho cambio se le denomina efecto invernadero, algo de lo que todos hemos escuchado hablar y cuyas consecuencias son realmente negativas para la vida en la tierra.
Para comprender el efecto invernadero debemos entender de qué está formada la atmósfera. La atmósfera se compone de numerosos gases entre los que se encuentran los denominados gases de efecto invernadero (en adelante, GEI). Los GEI son responsables de que parte de la radiación solar que llega se quede en nuestra atmósfera, aumentando su temperatura y permitiendo la vida en la tierra.
El problema actual radica en que, como consecuencia de la actividad humana, los GEI han incrementado su concentración en la atmósfera hasta unos niveles actuales nunca vistos en la historia. El pasado mes de junio de 2022, el observatorio de referencia mundial de Mauna Loa recogió una concentración de CO2e de 421,72 ppm.
Este incremento está dando lugar a que la radiación solar que anteriormente salía reflejada de la atmósfera, ahora se quede retenida provocando su sobrecalentamiento. Es el denominado efecto invernadero y afecta negativamente a nuestro planeta, provocando el cambio climático global.
¿Cómo está cambiando el clima?
Según los datos del Sexto Informe de Evaluación “Cambio Climático 2021: Bases físicas” elaborado por IPCC, el planeta está sufriendo un calentamiento acelerado. La temperatura media global de la superficie terrestre ha experimentado incrementos sucesivos en las últimas cuatro décadas, de forma que en 2011-2020 fue aproximadamente 1.1 °C superior a la de 1850-1900.
Asimismo, 2019 y 2020 han sido los más cálidos de la historia. Concretamente, 2019 registró los inviernos más cálidos y 2020 igualó el récord de 2019 de los meses de verano más cálidos desde que se toman registros.
El informe Emissions Gap Report Report 2022, recién publicado, recoge un nivel emisiones de 52,8 GtCO2eq en 2021, una cantidad que supone un récord en las emisiones globales. De esta forma, la brecha de emisiones proyectada a 2030 se sitúa en 15 GtCO2e para una trayectoria de 2°C y de 23 GtCO2e para una trayectoria de 1,5°C. Esto quiere decir que, considerando todos los compromisos globales en materia de lucha contra el cambio climático de medio plazo, el incremento de temperatura a final de siglo se situaría en el rango 2,4°C – 2,6°C. Si se consideran únicamente las medidas implementadas hasta la fecha, el incremento se situaría en 2,8°C.
¿Qué consecuencias puede tener el calentamiento global para la vida en la tierra?
Según el IPCC, si el calentamiento global supera los 1,5 °C, incluso si supera esa temperatura media mundial temporalmente antes de volver a caer, los sistemas humanos y naturales se enfrentarán a graves riesgos adicionales, incluidos algunos que son irreversibles.
“Si el calentamiento global supera los 1,5 °C, los sistemas humanos y naturales se enfrentarán a graves riesgos adicionales e incluso irreversibles”.
Algunas consecuencias del cambio climático que podemos observar ya son: la subida del nivel del mar, el deshielo de los polos y glaciares, mayor recurrencia de los fenómenos climáticos extremos, pérdida de biodiversidad o emigración climática, entre otras.
A pesar de todo esto, aún estamos a tiempo de hacer frente al cambio climático, pero se requiere una transformación de la sociedad actual que debe implementarse en su mayor parte en los próximos 8 años. Aunque esta transformación no logre salvar por completo la brecha de emisiones, todo cuenta. Implementarla es necesario para avanzar hacia un futuro neutro en carbono que nos permita limitar el calentamiento global y ofrecer otros beneficios sociales y medioambientales como aire limpio, empleos verdes y acceso universal a la energía.
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