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La necesidad de mejorar las soluciones de almacenamiento energético, a cualquier escala, se ha evidenciado con el desarrollo de dos factores: la adopción progresiva de energías renovables para el alcance de un modelo energético sin emisiones y el avance del IoT, tanto en el uso personal como industrial. En este escenario el ritmo de cambios es frenético y adaptarlos es clave para continuar avanzando.
El nuevo modelo energético supone la introducción progresiva de fuentes renovables hasta su completa implantación. Sin embargo, la intermitencia de estas y el desarrollo tecnológico actual requieren de soluciones de almacenamiento energético que las respalden. Este punto es clave si se quiere adoptar un modelo fiable y seguro.
Uno de los desafíos a los que se ha tenido que enfrentar el mercado de baterías, además del ajuste de precios que se ha traducido en un notable descenso, es la adaptación de las dimensiones a cada escenario de uso. Si bien para su adaptación al medio industrial han prevalecido los aspectos económicos y técnicos, en niveles domésticos también ha cobrado especial importancia su integración en el entorno.
En el caso de una instalación fotovoltaica en un hogar el aspecto estético cobra especial relevancia. Además de las placas solares, nadie quiere encontrarse con un armario metálico de grandes dimensiones en su propiedad. Por este motivo, algunas empresas han optado no solo por mejorar el apartado técnico sino también por diseñar dispositivos atractivos que se integren en el ambiente.
Sin embargo, los ajustes de tamaño y forma no responden solo a necesidades estéticas. Para la integración de una batería en un vehículo eléctrico hay que tener en cuenta el reducido espacio con el que cuenta, sin descuidar las potentes necesidades energéticas que precisa. El Proyecto Alise, un plan europeo de investigación sobre almacenamiento energético, trabaja en la reducción de, hasta dos veces, las actuales baterías de iones de litio a la vez que dobla su capacidad. Un avance que pretende acelerar la adopción del vehículo eléctrico.
Por su parte, el IoT se ha expandido con tal éxito en el último lustro que las necesidades de almacenamiento energético han copado el desarrollo de los nuevos dispositivos tecnológicos. Desde los wearables a los teléfonos móviles, cada aparato ha creado unas necesidades distintas según el fin al que esté destinado. Y, sobre todo, para su diseño se ha puesto el foco en la experiencia de usuario.
Soluciones como la creación de baterías flexibles son ya una realidad. Esta propiedad destaca por su adaptabilidad a cualquier dispositivo sin perder competitividad. Para su análisis se les somete a pruebas que superan el doblado contínuo durante 10.000 veces y los resultados, hasta ahora, han igualado a los de las baterías rígidas. Además, garantizan la seguridad con el uso de electrolitos de polímero en gel que protege contra fugas cuando se daña la batería.
La tendencia a reducir los dispositivos de almacenamiento energético y dotarlos de maleabilidad no ha sido un impedimento para introducir mejoras en el apartado técnico. No solo se exige que puedan alcanzar el rendimiento de las actuales baterías, sino superarlas en capacidad y funcionalidades.
Precisamente, una funcionalidad que puja por convertirse en imprescindible hoy en día es la bidireccionalidad. Si en pequeños dispositivos cotidianos como los smartphones esta tendencia cobra fuerza, en baterías adaptadas para hogares o vehículos eléctricos (V2G) se ha convertido en indispensable. Este atributo permite aprovechar la energía acumulada y dar soporte a la red en momentos altos de demanda.
El aumento de propiedades ha derivado, lógicamente, en una fuerte inversión para aumentar el ciclo de vida de las baterías. En el caso de los vehículos eléctricos, tras una década de uso, pierden alrededor de un 30% de su capacidad obligando a sustituirlas. Este desgaste no anula el funcionamiento del 70% restante que se mantiene operativo. Para encontrar usos alternativos a estas baterías surgen iniciativas como el Proyecto SUNBATT, que lideramos desde Endesa, que analiza el comportamiento de baterías en su segunda vida.
Los productores de litio, el principal componente de las baterías actuales, también han detectado la necesidad de reutilizar los dispositivos de almacenamiento obsoletos. Australia, que cuenta con más del 12% de los recursos y es el principal productor, está implementando estrategias que apuestan por la sostenibilidad a través del reciclaje.
El panorama actual está acelerando la evolución del modelo de almacenamiento energético y en el epicentro de este desarrollo se encuentra el usuario. Según vaya acomodando sus hábitos a las nuevas tecnologías irán surgiendo necesidades que obligarán a buscar nuevas soluciones que pasarán irremediablemente por un rediseño del tamaño, la estética y, sin duda, sus propiedades técnicas.