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As Pontes coge ritmo
Cualquier licitación no es sencilla. Pero cuando hablamos de un desmantelamiento, sobre todo si se trata del de una gigantesca estructura como la central térmica de carbón de As Pontes, se intuye su complicación. Pero todo llega. Ahora, Lezama, la empresa adjudicataria, ya trabaja sin descanso. En apenas 365 días de ejecución el avance de los trabajos se acerca al 30%. Cuando esté acabado el desmantelamiento, se habrán obtenido cerca de 400.000 toneladas de residuos que se revalorizarán casi en su totalidad, e incluso tendrán una segunda vida, generando residuo cero.
Este tipo de demoliciones es un paradigma de la economía circular. Pero también, un prodigio de la coordinación entre los equipos manuales y mecánicos. En algunos espacios hay que manejar el soplete con la precisión de un cirujano; en otras zonas, en cambio, lo que se precisa es la voracidad de las máquinas y la pericia de quienes las manejan, derribando los muros como si cortasen mantequilla. Luego llegarán los explosivos, que catalizan los progresos al mismo ritmo que aceleran los esprínteres. Medias de 120 empleados que garantizan que se vayan cumpliendo plazos con un rigor cartesiano. Gracias al empuje de estos trabajadores, hora a hora, minuto a minuto, la fisionomía de la central y de As Pontes se va modificando para siempre.
Pero para llegar hasta aquí y para poner en contexto el adiós a este símbolo de la generación térmica, hay que remontarse al 27 de diciembre de 2022, cuando un carguero, el Capricorn Sigma descargó 162.741 toneladas de hulla procedente de Indonesia en el Puerto de Ferrol. Aquel carguero de 292 metros de eslora y 45 de manga repleto de hulla fue el último que atracó en la terminal de Caneliñas para alimentar una instalación que llevaba en servicio desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado, cuando se convirtió en la más grande de España de esta tecnología. Un coloso con 1468 MW de potencia instalada y que fue crucial en ese periodo en el desarrollo industrial de un país que quería asomarse a la modernidad.
La invasión de Ucrania por parte del ejército ruso y la incertidumbre de suministro a nivel europeo en el mercado de gas provocaron un cambio de planes, se desaceleró el consumo del combustible fósil y, con dos de sus cuatro grupos todavía operativos, su vida se prolongó hasta finales de 2023. En esa fecha, la estabilización de la situación en la frontera este del Viejo Continente y la penetración de las renovables en el mix energético nacional dictaron el final de un icono de la generación con combustibles fósiles.
El 4 de octubre de 2023, un miércoles cualquiera, el entonces responsable de Operación, Jesús Ferreño, caminaba inquieto por la sala de control. Las rotopalas del parque de carbones habían arañado hasta el último rastro de mineral, hasta el último aliento de los millones y millones de toneladas (más de cuatro al año) de carbón que allí se fueron apilando para transformar su enorme poder calorífico en electricidad.
Con la mirada fija en los píxeles que ilustran en tiempo real la cantidad de energía evacuada a la red, Ferreño se da cuenta de que el fuego de la caldera se ha apagado. El agua pronto volverá a su estado líquido y el contador va cayendo irremediablemente hasta llegar a cero. Es el adiós. Algo para lo que, aunque sepas que va a llegar, nunca se está preparado. As Pontes ya sabe lo que es el cambio, ya había vivido el cierre de la mina de lignito pardo, que alumbró la creación del polígono de Penapurreira e inició la diversificación empresarial del concello..
El día después de la desconexión supuso el inicio del laborioso proceso del desmantelamiento, del requisito legal de dejar el suelo libre para que otras industrias se puedan asentar allí. En el caso de As Pontes, sus capacidades logísticas, con una conexión directa por carretera con la meseta y el norte de España y un puerto a apenas media hora, hacen que el terreno concite un notable interés por empresas de diferentes ámbitos.
Sin embargo, antes de que las máquinas y los operarios hubiesen entrado en la central y comenzasen la demolición de la instalación, se llevó a cabo un proceso que se conoce como el phase-out, una puesta en seguridad de la misma, donde, entre otras cuestiones, se retira la energía de todos los elementos que posteriormente se van a triturar. El objetivo es que cuando el equipo de desmantelamiento aparezca para realizar su labor, lo haga en las mejores condiciones de seguridad posibles.
En paralelo, Endesa lanzó su plan de acompañamiento, con cursos de formación específica en este tipo de tareas y prioridad para los desempleados de la zona y que habían trabajado en empresas contratistas cuando la térmica se encontraba en operación. Todo engranado para el punto en el que habíamos iniciado el relato: la licitación del contrato de desmantelamiento, el comienzo de una obra imponente que nos dejará sin aliento hasta el 2029.