
Del Risk al “tetralema energético”
Como si se tratara de una partida de Risk, nuestro director general en Andalucía, Extremadura, Ceuta y Melilla analiza el contexto geopolítico actual, con la guerra de Ucrania, y las reglas que están en juego para medir el funcionamiento de los sistemas energéticos de los mayores países.
Por Rafael Sánchez Durán
La energía fósil ha jugado un papel importante acompañando el desarrollo e industrialización de las principales economías en el siglo XX. En los comienzos del siglo pasado el carbón reemplazaba a la madera multiplicando la productividad de la industria y del transporte hasta límites inimaginables, y más tarde, en la década de los 60, el protagonismo lo asumía el petróleo.
Como si se tratara del juego de estrategia de mesa Risk, creado por Albert Lamorisse en 1950, el petróleo daba ventajas entonces a EEUU como primera potencia productora. Tras diferentes jugadas en el tablero de la geopolítica las fichas cambiaron hacia Oriente Medio y hacia un entorno dominado por las “siete hermanas”, empresas que han llegado hasta nuestros días.
En el contexto geopolítico actual, también cuentan las reglas y en este caso el denominado “trilema energético”, es una buena base de partida. Se trata de un concepto acuñado por el Consejo Mundial de la Energía (WEC 2010) para medir el funcionamiento de los sistemas energéticos de los mayores países. Es un indicador tridimensional que valora tres pilares básicos de la energía: su disponibilidad, la equidad y el impacto medioambiental. En la partida de Risk actual, con la guerra de Ucrania, cabe reflexionar cómo se posicionan estos tres elementos, cuál pasa a ser prioritario y posiblemente coincidamos en que en momentos como el actual, cercanos al próximo invierno, el nivel y seguridad de abastecimiento pasarán al primer plano.
“El “trilema energético es un concepto acuñado por el Consejo Mundial de la Energía para medir el funcionamiento de los sistemas energéticos de los mayores países.”
Europa es frágil debido a su producción altamente dependiente de un petróleo y gas que no puede extraer dentro de sus fronteras y que viene siendo importado desde entornos con situación altamente inestable.
La crisis actual del gas nos recuerda a los momentos vividos en el pasado, como la guerra árabe-israelí del Yom Kipur, en el año 1973 y que tuvo como consecuencia la primera gran crisis del petróleo. Un acontecimiento grave seguido de una importante crisis para las economías industrializadas después de más de tres décadas de crecimiento ininterrumpido desde la II Guerra Mundial.
El escenario, desplazado en el tiempo, se asemeja bastante a la actual situación con la guerra de Ucrania, pese a que han pasado cincuenta años seguimos con patrones semejantes. En su momento el embargo a occidente y la rebaja de la producción de los países árabes productores de petróleo, en represalia por su respaldo a Israel, desencadenaban una drástica subida del crudo. Si estuvieran escritas las reglas del Risk energético podríamos afirmar que cuando aparece un conflicto bélico en países productores las siguientes jugadas cuentan con un encarecimiento del combustible, luego con su indisponibilidad y posteriormente con el cambio hacia un nuevo suministrador.
La reacción habitual en el juego de la geopolítica es la de huir del proveedor inestable abriendo nuevas alternativas. Tras la citada guerra, Europa iniciaba su diversificación de suministro desde unos países inestables de Oriente Medio hacia Rusia, potencia militar por entonces considerada segura como para confiar una gran parte del abastecimiento. Europa también trató de diversificar fuentes en la siguiente década, abriendo paso al carbón y a la energía nuclear.
Ahora con enormes dudas sobre cómo Europa pasará el invierno, haciendo aún más compleja la situación, el contexto global viene afectado por la ruptura de suministro de gas. Al tirar los dados en el tablero del mercado energético, el resultado fue un desabastecimiento total entre Alemania y Rusia (Nord Stream 1 y 2, ramales de 1.200 km cada uno capaces de duplicar de 27.500 a 55.000 mill. de m³/año) y al girar la carta aparece que estas infraestructuras se encuentran saboteadas, recordándonos que destruir algo es mucho más rápido que construir.
No deberíamos pasar de un error a otro, perdiendo de vista que nos situamos en un bucle. El gas también es pasado y, en el momento actual, volvemos a replantearnos un dilema similar, buscar la seguridad del suministro con un cambio de proveedor, en esta ocasión (o vuelta del tablero) EEUU o Argelia. Esto no es suficiente y no deberíamos conformarnos con la respuesta de que estamos haciendo todo lo posible, ya que la solución planteada, la energía fósil, nos lleva de nuevo a la casilla de salida.
En esta nueva jugada de Risk, ya hemos tenido tiempo de aprender a jugar en situaciones similares a 1973. Europa dependía y sigue haciéndolo de países terceros y es momento de incorporar una nueva regla al “tetralema energético” y es la “autosuficiencia” algo que nos permitirá salir de la espiral del juego.
“Ganará la partida quien sea capaz de acelerar en la carrera hacia una mayor electrificación sobre fuentes renovables y distribuidas.”
Hemos finalizado la COP 27, y pese a asistir con expectativas nos vuelve a dejar sensación de falta contundencia en el compromiso. Las nuevas reglas de juego, con el “tetralema energético”, nos aporta una nueva visión sistémica sobre qué debe dar la prioridad al ciudadano y al medioambiente, no perdiendo tiempo en ajustar el rumbo. Ganará la partida quien sea capaz de acelerar en la carrera hacia una mayor electrificación sobre fuentes renovables y distribuidas. Con nuestras propias capacidades, debemos hacer que la transición sea más rápida, y terminar de resolver algunos retos como el almacenamiento, priorizando la innovación en busca de mayor firmeza. Nuestras fuerzas son las fuentes locales y autóctonas, que además de ser mucho más asequibles, por carecer de costes variables, mejorarán nuestra eficiencia energética haciendo exponencial el salto en la productividad en esta nueva revolución industrial.
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