
El camino hacia la descarbonización de las empresas de transporte
La sostenibilidad se ha convertido en un eje de acción estratégico para empresas y administraciones. La UE marca los objetivos y ha adquirido el compromiso de lograr la neutralidad climática de aquí a 2050. En el cumplimiento de esta meta, el sector del transporte debe jugar un papel esencial.
Por Jose Carlos Espeso Illera
Si nos centramos en el ámbito nacional, el transporte de mercancías genera el 27% de las emisiones de gases de CO2. Ante esta realidad, el compromiso del sector debe ser ineludible. Especialmente cuando el reglamento europeo fija una reducción de las emisiones del transporte pesado en un 15% para 2025 y en un 30% para 2030, con los niveles de 2019 como parámetro de referencia.
La clave para alcanzar unos niveles de ahorro en las emisiones tan ambiciosos está en el desarrollo de nuevos combustibles. Actualmente existen cuatro alternativas al diésel disponible para los vehículos pesados: gas, biodiésel, hidrógeno y electricidad.
En un escenario ideal, el sector de transporte por mercancías debería actuar en un marco normativo de neutralidad tecnológica, para comprobar la adaptabilidad de cada alternativa a las necesidades del transporte de mercancías y su eficacia en términos de descarbonización. Sin embargo, la actual regulación favorece claramente a la electricidad, con políticas destinadas al desarrollo de la electrificación del sector y a la instalación de infraestructuras de recarga en todo el ámbito de la UE en los próximos años.
Sin embargo, el impulso de la electrificación va mucho más allá de la creación de un marco normativo favorable. Actualmente, la reducida autonomía de los camiones eléctricos, la falta de infraestructura de recarga y el alto precio de los camiones con tecnologías sostenibles validadas por las instituciones europeas suponen un freno para las inversiones destinadas a la renovación de las flotas.
Es evidente que estamos en una nueva era, en la que la descarbonización es un objetivo prioritario para todas las empresas involucradas en la cadena de transporte. Sin embargo, todas las barreras tecnológicas y de infraestructuras citadas dificultan la toma de decisiones sobre qué tecnología incorporar a las nuevas flotas de vehículos. Quizás este sea el motivo por el que en 2022 el 96,6% de los camiones vendidos en la UE siguen funcionando con diésel
Transporte urbano: un escenario particular
El rediseño del transporte de mercancías lleva en el foco durante año, especialmente en el caso de la distribución urbana, por las particularidades que presenta.
La descarbonización de la logística es un objetivo de país ineludible para las empresas que, en el caso del transporte de mercancías en ciudades, presenta nuevas variables que también deben abordarse, como son sus efectos sobre la salud de los ciudadanos, sobre la calidad del aire o sobre el ruido.
La implantación de las Zonas de Bajas Emisiones en las ciudades trata de abordar todas estas cuestiones. En este proceso, la colaboración entre empresas y administraciones resulta fundamental para crear un marco de actuación común que compatibilice la consecución de los objetivos ambientales con una actividad profesional que garantice el abastecimiento de consumidores y negocios con un impacto mínimo sobre el bienestar de los ciudadanos.
A todos estos retos se les suma una nueva externalidad, aparecida en el último año tras el inicio del conflicto en Ucrania, como es la dependencia energética.
El sector del transporte es fuertemente dependiente del consumo de combustibles fósiles, por lo que la transición hacia formatos alternativos no es solo es necesaria para cumplir con los objetivos ambientales, sino también para avanzar hacia una necesaria independencia energética. En este camino, de nuevo, todas las soluciones convergen hacia la electrificación.
Sin embargo, la realidad es que el proceso de electrificación en Europa va a diferentes velocidades, tanto por las infraestructuras disponibles como por los incentivos para la compra de vehículos eléctricos que existen en los diferentes países.
La situación hoy es la siguiente: en España, los vehículos eléctricos representan el 9,4% del total de la flota en circulación, mientras que en Alemania y en Portugal esta tasa es cercana al 20% y la media europea está en el 20,7%.
Si nos fijamos en las medidas tomadas por los países citados, Portugal ha incentivado la electrificación de la flota imponiendo una exención del impuesto de matriculación de estos vehículos y deduciendo el 100% del IVA en las compras realizadas por empresas.
En el caso de Alemania, existe una deducción de hasta el 75% por la compra de vehículos eléctricos.
España, hasta hace pocas semanas, era el único país de la UE que ligaba las subvenciones a la compra de vehículos eléctrico al IRPF.
Si no queremos seguir en la cola de Europa, debemos dar incentivos a las empresas para que puedan acometer la necesaria renovación de camiones y furgonetas térmicas y apostar de forma definitiva por la energía eléctrica. Un primer paso que debía tomarse con urgencia era desvincular la concesión de ayudas directas al IRPF para acelerar esta transición.
Tenemos ejemplos que muestran cómo el actual sistema de subvenciones para la renovación de las flotas no es atractivo para las empresas: las ayudas del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía para la compra de vehículos eléctricos no han tenido más que un 16% de solicitudes, mientras que, en Madrid, en 2022, se quedaron por conceder más del 50% de las ayudas disponibles.
Las empresas son las primeras interesadas en acometer la renovación de su flota de vehículos para la distribución urbana de mercancías. Sin embargo, en un momento de alta incertidumbre económica, con una más que insuficiente infraestructura de recarga y sin un ambicioso paquete de ayudas destinadas a PYMES y autónomos, ¿qué estímulos existen para acometer una inversión de alto coste, que exige avanzar el coste del vehículo sin garantías de obtener las subvenciones solicitadas?
Es necesario un plan de incentivos dirigido a estos pequeños empresarios, que conformar el gran grueso del sector del transporte. El éxito del proceso de electrificación en España no depende de las grandes empresas, sino de la inversión de miles de autónomos.
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