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En la construcción y el mantenimiento de las plantas solares fotovoltaicas se aplican rigurosas normas de seguridad para reducir al mínimo el riesgo de incendios.
Las plantas solares deben cumplir con normativas rigurosas en cuanto a prevención de incendios, incluyendo medidas activas y de diseño como la ejecución de cortafuegos o sistemas de detección y emergencia para prevenir posibles focos de fuego, así como su proliferación en caso de incendio.
La normativa IEC/EN 61730 en Europa garantiza que los componentes de las plantas solares, incluidos los módulos fotovoltaicos, se sometan a pruebas de resistencia al fuego. ¿Su objetivo? Prevenir fallos en sus componentes que puedan provocar incendios, choque eléctrico o daños personales.
Las medidas de prevención incluyen cortafuegos, sistemas de emergencia, medios de extinción y medidas de control y mitigación del riesgo en materia de incendios forestales. Por ejemplo, una de las estrategias más eficaces que se adopta en las plantas solares es el control de la vegetación mediante el uso de ganado ovino para el desbroce natural de la vegetación, reduciendo la cantidad de combustible potencial que podría avivar un fuego.
Además, las plantas solares están sujetas a los Planes de Prevención de Incendios Forestales establecidos por las administraciones competentes, que se aplican en épocas de riesgo.
Estudios realizados, como el de la Universidad de Edimburgo, han demostrado que, incluso en situaciones de incendio simulado, las llamas no se propagan bajo los paneles solares ni se expanden a las estructuras subyacentes.
Este comportamiento se debe a que el diseño de las plantas solares no crea condiciones favorables para la propagación del fuego. Además, los módulos solares están construidos con materiales ignífugos y, en su mayoría, no actúan como fuente de combustible en caso de incendio.
Para el control de vegetación en las plantas solares, se evita el uso de herbicidas o productos químicos. En lugar de pesticidas, se utiliza el desbroce natural con animales y técnicas mecánicas, lo que previene incendios asociados a productos inflamables y protege el ecosistema de las instalaciones.
Otro mito común que también rodea a las plantas solares es que los paneles aumentan la temperatura del suelo, incrementando así el riesgo de incendio. Ocurre lo contrario. La sombra que generan los paneles solares, reduce la temperatura del suelo, aumentando la retención de humedad.
Esta sombra protectora contrasta con otros tipos de terrenos, como pastizales o barbechos convencionales, donde la exposición directa al sol incrementa el riesgo de que la vegetación seca se incendie.
Las plantas solares proporcionan entornos tranquilos y seguros para la fauna local, debido a la limitada presencia humana en estos espacios. Además, al evitar los pesticidas se fomenta la recolonización de especies de insectos, incluyendo polinizadores esenciales como abejas y mariposas, cuyo papel es clave en la salud del entorno natural.
Este tipo de medidas mejora la calidad del suelo y contribuye a la renaturalización de terrenos dedicados a monocultivos intensivos. En estas áreas, la biodiversidad ha aumentado, favoreciendo la proliferación de flora y fauna autóctonas.
A ello le sumamos que, en la planificación y desarrollo de las plantas solares, se implementan medidas ambientales correctoras y compensatorias que tienen como objetivo la conservación de las especies locales.
Las plantas solares, lejos de ser un peligro latente, se han consolidado como una opción segura y viable para generar energía limpia en entornos rurales. La tecnología y el diseño detrás de estas instalaciones, sumados a las normativas de seguridad vigentes, aseguran que el riesgo de incendio sea mínimo.
Promover el uso de energía solar no solo es una medida para combatir el cambio climático, sino también una forma de aprovechar de manera responsable y segura los recursos naturales y de promover la conservación de especies de flora y fauna.