Hay quien piensa que las plantas solares ocupan mucho espacio y que no son beneficiosas para el medio ambiente, pero la realidad es muy diferente. En estas instalaciones la actividad humana en la zona es muy limitada, lo que permite que la fauna y la flora se desarrolle protegida de amenazas externas.
Antes de instalar una planta fotovoltaica se llevan a cabo todos los estudios necesarios para medir el impacto medioambiental que tendrá la construcción. Para minimizarlo al máximo se desarrollan planes por parte de todos los agentes involucrados y garantizar así que el daño sea mínimo o inexistente.
En los informes elaborados por entidades ambientales independientes, que trabajan en plantas solares como EMAT, SFERA, Innogestiona, 360 soluciones cambio climático, o LINUM las conclusiones son claras: la riqueza de especies encontradas en las plantas fotovoltaicas ha alcanzado valores notables, obteniendo los mejores resultados las instalaciones más antiguas y las que han llevado a cabo mayor número de actuaciones de mejora ambiental.
Es decir, las plantas solares, lejos de restar, suman, favoreciendo el desarrollo de flora y fauna.
Muchas opciones para proteger la biodiversidad
Esta simbiosis entre actividad humana y hábitat natural es el objetivo por el que debemos trabajar para alcanzar dinámicas sostenibles. Además de su valor como alternativa a las energías no renovables, las plantas solares pueden ofrecer más beneficios. Al ser zonas tan delimitadas donde no suele haber actividad humana, se han convertido en auténticos santuarios donde se fomenta la recuperación de la fauna y de la flora autóctona.
"Al ser zonas tan delimitadas donde no suele haber actividad humana, las plantas solares se han convertido en auténticos santuarios donde se fomenta la recuperación de la fauna y de la flora autóctona".
En Endesa contamos con numerosos ejemplos de centrales solares convertidas en verdaderos oasis, donde la vida animal y vegetal se puede desarrollar tranquilamente y sin amenazas. Así, por ejemplo, la planta de Totana, en Murcia, ha recuperado 8 hectáreas de terreno a su estado natural. Una zona degradada por el cultivo intensivo y el uso de fitosanitarios y plásticos se ha convertido, en dos años, en un corredor ecológico donde el hábitat original se ha podido restaurar.
Además de estos parques naturales, se puede trabajar activamente para crear valor añadido para la comunidad y para la zona, siempre preservando la biodiversidad. Es lo que llamamos proyectos agrivoltaicos, donde se une la producción de energía solar y la agricultura.
Un ejemplo es la planta solar de Las Corchas (Carmona, Sevilla), donde se ha aprovechado el terreno para plantar lino y los resultados están siendo muy positivos. Según explica Jesús Gil Soto, responsable de proyectos de I+D de CTAEX, “el crecimiento en las zonas de más horas de sombreo ha sido mayor que en aquellas donde ha habido más insolación: el efecto de estar unas horas a la sombra de los paneles ha sido beneficioso para el cultivo”. De hecho, “las zonas justo debajo de los paneles mantienen mucho mejor la humedad del suelo a lo largo del día. En un periodo de sequía extrema como estamos, esto supone una gran ventaja”.
Más allá de la agricultura, las opciones de aprovechamiento de los terrenos de paneles fotovoltaicos son incontables. En Las Corchas tenemos una granja apícola donde se cultivan plantas aromáticas entre más de 30 colmenas. A su vez, en Totana y Badajoz, son las ovejas las que pastan entre los paneles solares.