
Verlo siempre en Español
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Sabemos que nuestra actividad online genera contaminación en internet. Cada email que mandamos, cada foto que subimos o cada película que vemos en streaming supone un gran gasto de energía. A esto hay que sumar el coste del almacenamiento en la nube, que demanda muchísima energía eléctrica para funcionar y refrigerarse: entre el 1% y el 2% de la energía consumida en todo el mundo.
Si a este escenario añadimos las previsiones del consumo de los servicios de inteligencia artificial, como ChatGPT, se hace evidente la urgencia de una reflexión colectiva sobre el impacto medioambiental del uso de la tecnología.
Desde su irrupción en el mercado, el uso de chatbots basados en inteligencia artificial, como ChatGPT, ha sacudido nuestra manera de interactuar con la tecnología, la información y la producción de contenido. Estos sistemas de inteligencia artificial pueden comprender y generar lenguaje humano de manera coherente y relevante y, entrenados en vastas cantidades de datos lingüísticos, están constantemente siendo optimizados para mejorar.
Sin duda, ChatGPT y otras aplicaciones similares han encontrado su lugar en una gran variedad de campos. Desde hace unos años, cada vez son más frecuentes los chatbots en el servicio al cliente online de diversas marcas para solucionar preguntas sencillas y frecuentes.
Lo mismo empieza a ocurrir en ámbitos como la educación, ofreciendo tutorías personalizadas o, incluso, la creación de contenido artístico. Muchos sectores de la industria, incluyendo la producción energética, están también incorporando esta novedosa tecnología. Por ejemplo, el proyecto PASTORA de Endesa aprovecha la inteligencia artificial para el control de la red de distribución.
El uso de ChatGPT y la inteligencia artificial en general está transformando la forma en que nos comunicamos, aprendemos y producimos. Su desarrollo ha generado numerosos debates de diversa índole sobre la creación artística, los derechos de autor, la privacidad, la coexistencia e interrelación de las máquinas y los seres humanos… y su sostenibilidad y viabilidad medioambiental.
A pesar de los beneficios, la adopción generalizada de la IA conlleva desafíos, y uno de los retos más relevantes es su impacto ecológico. Sin duda, para que ChatGPT y otros servicios similares puedan tener un hueco en la sociedad del futuro, debemos seguir innovando para lograr que sean sostenibles y reducir su huella medioambiental.
Y es que el uso de ChatGPT y otras aplicaciones de inteligencia artificial no está exento de impactos ambientales. Aunque no generan contaminación en el sentido tradicional de emisiones de gases o desechos físicos, su funcionamiento tiene un gran coste energético.
Para empezar, los modelos de lenguaje como GPT-3, en los que se basa ChatGPT, requieren enormes cantidades de recursos computacionales para entrenar y operar. Según los datos del Instituto de la Ingeniería de España, se estima que OpenAI, la empresa que creó el famoso chatbot, necesitó hasta 78.437 kWh de electricidad para entrenar el modelo ChatGPT-3: un volumen de energía comparable al que consume una vivienda media en España durante 23 años.
A su vez según un estudio conjunto de investigadores de las universidades de Riverside y Arlington, se considera que para este entrenamiento de GPT-3, se consumieron de manera directa 700.000 litros de agua dulce limpia: lo mismo que consumiría una persona media en España durante más de 14 años y medio (en base a los datos de consumo de agua de 2022).
Estas cifras se explican por la complejidad de la tecnología que utilizan. La formación inicial de estos modelos implica múltiples rondas de cálculos intensivos en potentes servidores, consumiendo grandes cantidades de electricidad. Además, el mantenimiento y la operación en tiempo real de los sistemas de inteligencia también requieren servidores de alto rendimiento que continúan consumiendo energía constantemente. Por ejemplo, según este mismo estudio, una sola conversación de entre 20 y 50 preguntas con ChatGPT requiere de unos 500 ml de agua y entre 0,001 y 0,01 kWh: entre un 233% y un 3.233% más que una consulta en Google.
Todo apunta a que, a medida que los modelos de inteligencia artificial se vayan desarrollando y perfeccionando, su demanda de energía y agua aumentará. Por lo tanto, es crucial que se invierta en innovación tecnológica para lograr que ChatGPT y la inteligencia artificial en general sean más ecológicos.
El diseño de micro-chips y hardware más eficientes, el uso de energía renovable y neutra en carbono, la optimización de las infraestructuras y mejoras en el reciclaje electrónico son algunos de los aspectos en los que ya se está trabajando para hacer estos de chatbots una opción sostenible en el tiempo.