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Sí, yo trabajo en una central nuclear, la de Ascó
Aún recuerdo la cara de susto que pusieron mis compañeros en un seminario de fotografía, una de mis aficiones, cuando les conté que trabajo en una central nuclear, la de Ascó (Tarragona). Y lo hago, por cierto, desde hace 40 años; es decir, antes de que empezara a funcionar. Al ver su expresión de espanto les dije en plan guasón que apagaran las luces para comprobar que no brillaba en la oscuridad. «¡Que no soy verde fosforito! ¡Que tengo dos manos con diez dedos! ¡Soy normal!». Les expliqué que a diario veo las medidas de seguridad con las que operamos, veo cómo trabajan mis más de 1.000 compañeros, su profesionalidad, y veo toda la formación que han, hemos, tenido que superar y superamos periódicamente…
Pero es cierto que a mucha gente aún le cuesta entender qué hacemos y cómo se trabaja en una central nuclear y a esto me dedico. Todos los días explico a personas de todas las edades cómo funciona, lo que pasa en la planta y en qué consiste la energía nuclear. Yo explico, pero jamás he intentado convencer a nadie de nada. Solo aclaro sus dudas, doy toda la información que puedo.
Cuando mencionan cualquier temor a que, por ejemplo, se repitiera lo de Fukushima, les explico que todas las centrales nucleares del mundo tuvieron que reforzar sus sistemas de seguridad para que no volviera a ocurrir lo mismo que pasó en Japón.
Pero los visitantes ya no expresan miedo, más bien hay mucha curiosidad. Y hay visitas muy sorprendentes como la de un niño de cuatro años y medio que afirmó ante mí con total seguridad y convencimiento que él descubrirá la fusión nuclear. O la de uno de 11 años que hizo un plano minucioso de su propia central y que hoy tenemos expuesto en la nuestra. Cinco años más tarde, ese niño, ya adolescente, montó la maqueta de su central y… ¡Quería hacerla funcionar!
Son las futuras generaciones, estos apasionados por la investigación y la tecnología, quienes averiguarán cómo aprovechar y sacar rendimiento al combustible gastado de nuestras centrales, otra duda muy común entre los visitantes.
“El pueblo fue transformándose. La mentalidad ha ido cambiando porque la calidad de vida mejoró un montón y porque, con el pasar del tiempo, los vecinos se han ido dando cuenta de que no había motivos para temer a la planta”.
Un buen vecino
Pero este cambio de mentalidad que vemos entre los visitantes, lo vivimos también dentro del propio pueblo de Ascó, antes básicamente agrícola. No solo porque la calidad de vida mejoró un montón, sino porque, con el pasar del tiempo, los vecinos se fueron dando cuenta de que no había motivos para temer a la planta. La central nuclear pasó a ser vista como el buen vecino que te aporta facilidades.
Trabajar en la planta nos ha aportado a muchos de los vecinos una seguridad económica y una estabilidad que el campo, con sus cosechas unas veces mejores y otras peores, jamás pudo ofrecernos. Así que la gente fue abandonando el trabajo rural y dedicándose más a la industria, a la central de Ascó. El campo pasó a ser una segunda fuente de ingresos o, sencillamente, un entretenimiento: después de las ocho horas en la planta te dedicabas a cuidar tu terreno.
“La central pasó a ser vista como el buen vecino que te aporta facilidades”.
Aparte de vivir desahogadamente, el pueblo y la comarca ganaron en infraestructuras, gracias a la contribución que hace la central al municipio con sus impuestos y a los acuerdos y colaboraciones con el Consell Comarcal de la Ribera d’Ebre y otros entes y municipios, además de sus ayudas a numerosos proyectos e iniciativas de entidades sociales y culturales. La planta ha sido la fuente de ingresos número uno del pueblo y de la comarca y, sin duda, una de las grandes industrias de la provincia de Tarragona.
Somos parte de la solución
Además, cada 18 meses, cuando hacemos la recarga de combustible, que dura unos 35 días aproximadamente, vienen trabajadores de fuera de la planta, unos 1.000 adicionales. Muchos son de nuestra comarca, y ello supone un empujón laboral a la zona; otros vienen de más lejos y se alojan en nuestros pueblos, lo que también supone un estímulo a la economía local.
Tanto los trabajadores que vienen para llevar adelante las recargas como los que estamos aquí de manera estable compartimos algunas características que son muy propias de nuestra actividad y que nos llevan a veces a bromear con las personas de nuestro entorno social: “como se nota que trabajas en una central nuclear” y en esa frase, medio en broma se resume una especial atención a la seguridad, conciencia y responsabilidad sobre nuestras actividades. No somos únicos, pero nuestro perfil profesional es un tanto peculiar y, a menudo, algunas de esas actitudes las llevamos a nuestra vida diaria como, por ejemplo, la de coger el pasamanos en la escalera…
“Somos parte de la solución mientras nos preparamos para la transición energética”.
“Cada 18 meses, cuando hacemos la recarga de combustible, que dura 35 días, vienen trabajadores de fuera de la planta, unos 1.000 adicionales, lo que también supone un empuje al emprendedor de la región”.
Y yo aquí sigo en esta central nuclear que es, literalmente, la extensión de mi casa. De hecho, donde ahora están la torre de refrigeración y el parque de distribución de energía eléctrica de alta tensión (380 kv) se ubicaba una de las fincas de mi padre, un pedazo de mi pasado desde donde miro hacia el futuro: somos parte de la solución mientras nos preparamos, como sociedad y como planeta, para la transición energética que tiene un reto enorme, la descarbonización.
Josep Miquel Biarnes Sanz
Responsable del Centro de Información de la Asociación Nuclear Ascó - Vandellós II (ANAV)