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Los objetivos de la transición energética implican la integración de un elevado volumen de energías renovables. Esto supone un reto tecnológico para el sistema eléctrico. Por eso, los sistemas de almacenamiento y de flexibilidad serán fundamentales para adaptar el consumo energético a esta producción variable.
Por José Casas Marín
España, Europa y el mundo se encuentran al principio de una verdadera revolución. Los científicos de la Tierra ya se refieren a nuestra era como el Antropoceno, para enfatizar que la influencia de la actividad humana en los sistemas y ciclos naturales no se puede ya despreciar. La responsabilidad es enorme y, como consecuencia, tenemos el deber moral de eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero, y en particular del CO2. Nosotros y nuestros socios europeos hemos dado un paso al frente y asumido el compromiso de hacerlo antes del año 2050.
Esta revolución industrial está orientada a la descarbonización de la economía como requisito ineludible para evitar el cambio climático. Y, a su vez, la descarbonización se basa en la producción de electricidad renovable (hidroeléctrica, eólica y fotovoltaica, en el caso español), en la electrificación de la demanda y en el uso eficiente y responsable de la energía.
Todo esto debiera llevarnos a una economía que consume menos energía, pero más electricidad. En este sentido, el sistema eléctrico adquiere así un papel central en este proceso y se plantea un gran reto tecnológico: la integración de un elevado volumen de energías renovables, unas fuentes de energía con un perfil de producción muy variable, debido a la propia variabilidad del viento y el sol.
Los sistemas de almacenamiento y de flexibilidad serán fundamentales para adaptar el consumo a esta producción variable. Parte de la respuesta está en una demanda mucho más flexible, a través de la prestación de servicios de respuesta de la demanda, que serán muy relevantes en aplicaciones industriales, consumos domésticos y la carga de los vehículos eléctricos. Sin embargo, esto no será suficiente: será necesario almacenar electricidad producida en horas de elevado recurso (insolación elevada o vientos fuertes) para utilizarla en horas de demanda elevada (por ejemplo, las primeras horas nocturnas invernales).
El éxito de la transición energética depende de la existencia de los adecuados sistemas de almacenamiento. La transición energética es todavía más crítica en el contexto actual como ha puesto de manifiesto la Comisión Europea con su comunicación de REPower EU, adoptada el pasado 8 de marzo. En esta comunicación, la Comisión pone el foco en reducir y mitigar la dependencia energética de Rusia y acelerar el desarrollo de energías renovables.
Por su parte, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima establece un objetivo de 6.000 MW adicionales de almacenamiento en 2030, 3.500 MW en nuevas plantas de bombeo y 2.500 MW en baterías. Nuestra limitada capacidad de interconexión con otros mercados europeos hace aún más necesario asegurar el desarrollo del almacenamiento en España para poder incorporar el desarrollo renovable previsto en el PNIEC.
Existen muchas tecnologías de almacenamiento, con distintas ventajas e inconvenientes. Desde el punto de vista del sistema no basta con un solo tipo. Al contrario, de forma análoga a la generación, donde un mix equilibrado es fundamental, también es necesario un mix de almacenamiento.
El futuro desarrollo técnico no solamente abaratará costes e incrementará prestaciones, también dará mayor riqueza a este mix, en el que tecnologías como el bombeo, las baterías y el hidrógeno renovable jugarán un papel muy relevante durante los próximos años.
Los ingresos de mercado del almacenamiento no dependen del nivel de precios, sino de la diferencia de precios entre los períodos más caros (cuando venden) y los más baratos (cuando compran). Por tanto, si se desea incentivar la inversión en bombeos, lo primero es no amortiguar esta señal.
En este sentido, se hace necesario corregir el impacto que la aplicación de los impuestos de la Ley 15/2012 (el Impuesto a la Venta de la Producción de Energía Eléctrica del 7% y el Canon Hidráulico) ocasionan en las centrales de bombeo. Estos impuestos aplican sobre los ingresos por la venta sin tener en cuenta el coste de la compra, por lo que afectan al diferencial de precios percibido por el bombeo, así como el margen obtenido. El primero de estos efectos es equivalente a la reducción artificial del rendimiento, pasando del 70% al 63%, y el segundo supone una reducción de más del 70% del margen esperado de la central. En estas condiciones, el desarrollo de nuevos bombeos se torna muy complicado.
Adicionalmente, las instalaciones de almacenamiento necesitarán de ingresos adicionales para ser económicamente viables. La participación del almacenamiento en los mercados de servicios del sistema (reserva secundaria, terciaria, control de frecuencia, etc.) es fundamental para esto. Un mercado competitivo de capacidad, asignatura pendiente en nuestro país, es imprescindible para garantizar la seguridad de suministro a medio y largo plazo, dada la contribución de estas instalaciones a la fiabilidad del sistema y permitiría viabilizar el desarrollo del almacenamiento.
Ayudas directas a la inversión posiblemente van a ser también necesarias, en especial para ciertas tecnologías, donde la experiencia con las renovables será de gran valor. Dichas ayudas deben ser accesibles tanto al almacenamiento aislado como a aquel que se encuentre hibridado en instalaciones de generación, teniendo presente las diferentes circunstancias. Y deben también, por supuesto, ser compatibles con la normativa europea, incluyendo la referente a las ayudas de Estado.
Y además, y más allá de todo esto, es necesario desarrollar una gran cantidad de regulación. Tanto en lo referente a nuevos mercados y servicios de control de tensiones o primaria, como a los procedimientos de acceso y conexión, como a aspectos medioambientales, como a temas netamente técnicos relativos a los códigos de red, normas de hibridación, procedimientos de programación y otros.
Nos esperan, por tanto, unos años fascinantes en los cuales el almacenamiento va a ser protagonista. Por ello, debemos actuar con responsabilidad y rigor, para establecer unas bases regulatorias sólidas que hagan posible su desarrollo y el éxito del proceso de transición energética.