
Verlo siempre en Español
Verlo siempre en Español
La capacidad de la red eléctrica es el “aforo” de la infraestructura eléctrica. En otras palabras, representa la cantidad de energía que puede transportar y distribuir sin comprometer la seguridad técnica del sistema.
Igual que ocurre en un estadio o en una carretera, hay un límite a partir del cual no es posible admitir más “tráfico” de electricidad.
Esta capacidad está definida por el diseño de las líneas, los transformadores, las subestaciones y los sistemas de protección que permiten que la electricidad circule de manera segura.
Cuando se alcanza ese límite, el operador del sistema eléctrico debe denegar nuevas solicitudes de acceso, aunque existan proyectos listos para conectarse.
Un nudo de conexión es un punto de la red eléctrica al que se enganchan industrias, hogares o plantas renovables para recibir o inyectar electricidad.
Si ese nudo está lleno, no es posible aceptar más conexiones hasta que se refuerce o se libere capacidad.
Por ejemplo, Endesa dispone de 1.840 nudos en su red de distribución. Estos nudos actúan como “puertas de entrada” al sistema eléctrico.
Sin embargo, la mayoría se encuentran al límite de su capacidad. De hecho, el 88% de los nudos de Endesa no pueden aceptar nuevas conexiones
La situación es generalizada en toda la red, como se puede ver en los mapas de capacidad publicados por Aelec (Asociación de empresas de energía eléctrica) en septiembre de 2025. Estos mapas recogen de manera homogénea la información sobre cada nudo con tensión superior a 1 kV: su localización, la capacidad disponible, ocupada o en trámite, así como las posibilidades de refuerzo.
Esta información supone un hito de transparencia, ya que facilita a consumidores, promotores e industrias identificar dónde existe capacidad antes de solicitar conexión.
Y la conclusión de estos mapas es clara: el 83,4% de los nudos de la red de distribución en España están saturados.
Sí. Existe un problema de saturación generalizado en gran parte del territorio.
Desde 2023, las peticiones de acceso a la red se han multiplicado. En 2024, se solicitaron alrededor de 67 GW de nueva demanda, pero casi la mitad se rechazaron.
El caso de Endesa ilustra bien esta situación: en 2024 y la primera mitad de 2025 recibió peticiones por 38 GW, una cifra que duplica la punta de demanda de toda su red de distribución a nivel nacional, situada en unos 18 GW.
La magnitud del problema se entiende mejor si se tienen en cuenta las inversiones industriales asociadas a estas solicitudes rechazadas. Según Aelec, solo las peticiones de conexión del sector industrial que no pudieron atenderse estaban vinculadas a inversiones de 60.000 millones de euros que no se materializaron
En este contexto, la saturación no es solo un problema técnico: es un freno directo al desarrollo económico, a la electrificación de la industria y al cumplimiento de los objetivos climáticos.
¿Esta saturación es algo novedoso en España? Desgraciadamente no, porque ya se vivió durante el boom de peticiones de conexiones de nueva generación renovable a la red. Que ocurra ahora con las peticiones de demanda, las de los consumidores, es fruto de la propia evolución de la transición energética hacia una mayor electrificación de la economía basada en fuentes de generación limpias.
La primera respuesta es invertir en la ampliación y digitalización de las redes.
Endesa ha anunciado un plan de 4.000 millones de euros para el periodo 2025-2027, un 45% más que en el plan anterior.
Sin embargo, el marco regulatorio no favorece estas inversiones. La CNMC ha propuesto un modelo retributivo para 2026-2031 que, según la patronal, introduce riesgos elevados y fija una tasa de retorno insuficiente (por debajo del 7,5%-8,5% que se aplica en otros sectores regulados de España, como aeropuertos o telecomunicaciones, o en otros países de nuestro entorno).
En palabras del sector, sin incentivos adecuados y seguridad jurídica, las inversiones necesarias podrían paralizarse, con un impacto directo en la electrificación y en la competitividad de España.
Otro de los caminos es liberar la capacidad reservada para proyectos que nunca llegan a materializarse.
Hay nudos con capacidad comprometida para iniciativas que no tienen fecha límite y que no han avanzado en su tramitación. Esto genera un efecto de “embotellamiento” que impide que proyectos maduros y viables puedan conectarse.
La solución pasa por exigir avales económicos y plazos estrictos, además de eliminar duplicidades en las solicitudes.
Eso sí, es una solución parcial y lenta, ya que requiere cambios regulatorios y no resuelve la raíz del problema: la falta de nueva capacidad.
En España, la puesta en servicio de una infraestructura de tamaño medio supera los siete años y la mayor parte de ese tiempo se consume en trámites administrativos y procesos de autorización.
La electrificación del país exige acortar estos plazos, simplificar permisos y coordinar a las distintas administraciones implicadas.
Los datos son contundentes: más del 80% de los nudos de distribución están saturados. La red no puede absorber el ritmo de crecimiento que exige la electrificación.
El futuro pasa por invertir en nuevas infraestructuras, liberar la capacidad bloqueada y agilizar la tramitación de proyectos. Pero, sobre todo, pasa por contar con un marco regulatorio estable y atractivo para la inversión.
Esto significa que conectar nuevas industrias, dar servicio a nuevas viviendas, habilitar proyectos de almacenamiento energético o desplegar puntos de recarga para vehículos eléctricos depende directamente de la capacidad de la red.
Si España logra reforzar su infraestructura eléctrica, estará en condiciones de atraer inversión, acelerar la electrificación y cumplir sus compromisos climáticos.