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Si la movilidad eléctrica es el presente, el coche autónomo es el futuro: vehículos sin conductor que llenan nuestras carreteras, optimizan tiempos y minimizan posibles accidentes. Sin embargo, para llegar a ese punto aún deben desarrollarse tecnologías que ayuden a superar su gran reto: el código ético de los coches autónomos.
¿Qué debe hacer un coche autónomo en caso de accidente?, ¿cómo debe reaccionar? La sociedad debe plantear estas y otras cuestiones para poder gestionar los problemas que surgirán con una tecnología que ha nacido para revolucionar el sistema de movilidad actual.
Con la llegada del vehículo autónomo se abre un debate que afecta por igual a conductores y peatones. Sobra decir que las decisiones que un conductor afronta al volante son complejas y están marcadas por la velocidad con la que debe tomarlas. Sin embargo, plantear un modelo ético previo a los accidentes que recoja todas esas cuestiones es aún más complicado e incluye también la incógnita de quién debe responderlas. Para intentar llegar a una solución universal, los expertos abordan el código ético de los coches autónomos con propuestas muy diferentes.
Mientras que hay quien piensa que empresas y Gobiernos deben ir a la cabeza en la implantación de la ética del coche autónomo, organizaciones como el Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT) proponen que sea la votación ciudadana la que decida qué vidas deben priorizar los robots. Además, no habría que olvidar al conductor, que podría querer tener poder de decisión en caso de accidente.
El papel de la filosofía gana importancia hasta volverse obligatorio en la creación de este nuevo marco, que pretende llenar un vacío legal en el que también deben involucrarse ingenieros, expertos en protección del consumidor y juristas. Esa ha sido la fórmula utilizada en Berlín, que ya convocó a mediados de 2017 una comisión de 14 expertos que, además de los roles ya mencionados, incluía también el del teólogo para elaborar 20 tesis que ayudarán a la elaboración de una regulación oficial.
Hablamos de una base inicial que debe ampliarse con el avance de la tecnología, pero que asegura que cuando el accidente sea inevitable, el coche autónomo esté preparado para minimizar el daño de las personas sin importar el coste económico que implique. Además, sus bases no contemplan datos como la edad, raza y constitución física y psíquica, por lo que su algoritmo no diferenciaría entre personas en caso de accidente.
Cada propuesta plantea serias cuestiones: ¿es el ciudadano el que debe decidir mediante el voto? En caso de que la encargada sea una comisión de expertos, ¿a qué sectores deben pertenecer? Y por último, ¿el conductor debe tener poder de decisión en el momento del accidente?
Los grandes fabricantes forman parte del grupo de voces que piden a los Gobiernos una regulación oficial que les permita continuar con su trabajo conociendo cómo debe comportarse su tecnología. Este conjunto de normas se creará de forma paulatina junto al desarrollo de las máquinas inteligentes que regirán el control de los vehículos. Es aquí donde llega la segunda parte del debate, ¿quién es el responsable en caso de accidente de un coche autónomo?
Se plantean varias alternativas: el conductor del vehículo, el fabricante y el diseñador del algoritmo son los posibles responsables legales. Mientras el debate avanza, todos coinciden en que la culpa no puede recaer en la máquina que ha tomado la decisión, sino que es una característica de la vida humana por la que debe responder quien la ha diseñado o la utiliza.
Todo coche autónomo debe incorporar una caja negra que recolecte los detalles de cada accidente para conocer qué ha sucedido y así determinar de forma objetiva quién debe ser el responsable del mismo.
El objetivo es acordar un código ético que proporcione seguridad a todos los humanos, incluso cuando no sea posible. Esta contradicción está destinada a alargar la creación de unas normas que deben ser perfectas y que podrían tardar demasiado en llegar. Frente a este complejo escenario, algunos expertos aseguran que el coche autónomo es más seguro que la conducción humana y que, por lo tanto, generará una tasa de accidentes muy inferior a la actual. De esta forma, prolongar su implementación estaría alargando el tiempo en el que un mayor número de situaciones de peligro se producen en la carretera.
Una nueva realidad que afecta a conductores, fabricantes y Gobiernos. La sociedad debe saber ajustarse a los cambios que pide el rápido avance de las máquinas, pero que también requiere tiempo para plantear una ética que hablé de tecnología, algoritmos y responsabilidades. Una nueva industria del automóvil para un futuro sin conductores.