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El turismo que llegó con el viento
Desde el pie de los aerogeneradores apenas se distingue el curso del río, la altura hace perder perspectiva. Arriba, en lo alto, la vegetación vive castigada por el continuo empuje del viento, por esa energía que parece inagotable, y que en Paradela (Galicia) acaba acaba convertida en electricidad. Pero en el curso del Loio, uno de los innumerables afluentes del Miño, la imagen es distinta.
Los senderos que recorren las orillas del río se esconden entre cúpulas naturales construidas por los castaños y los robles. Allí dentro solo resuenan el canto de los pájaros, el crujir de las ramas y el eterno e hipnótico movimiento del agua. Cuando la ruta se abre, los viñedos se desploman hasta prácticamente sumergirse en el poderoso torrente que viene de las montañas.
Revitalización y patrimonio natural
Es la magia de la Ribeira Sacra, que maravilló a los romanos y que la construcción de los parques eólicos ha servido para revitalizarla, para poner en valor el patrimonio histórico y natural de esta localidad de la provincia de Lugo. La ruta del Loio, que se ha recuperado como parte del proyecto de construcción del complejo de producción de energía verde, se extiende a lo largo de 16 kilómetros entre árboles centenarios, cascadas, molinos y puentes.
La idea es que el turismo también sirva para diversificar la economía local, centrada en la agricultura y la ganadería, y sea un catalizador para fijar población en un punto de ese mapa imaginario que se edifica bajo la expresión “la España vaciada”, en un lugar del interior de Galicia que no escapa a uno de los mayores problemas al que se enfrenta nuestra sociedad: el abandono del campo.
Destinos imprescindibles en la naturaleza
Pero el de Paradela es solo un ejemplo de esas nuevas oportunidades que llegaron con el viento. La Guía de Ecoturismo Eólico, impulsada por la Asociación Empresarial Eólica y Vientos de Futuro, recoge 10 impresionantes rutas por la España rural en las que los parques eólicos son el telón de fondo en paisajes de ensueño. Desde la sierra del Perdón, en Navarra, donde los peregrinos del Camino de Santiago se asoman poco después de dejar Pamplona; hasta la Serra da Capelada, en la provincia de A Coruña, donde se encuentran los acantilados más altos de la Europa Continental y es un sitio único para contemplar cómo la tierra se funde de manera abrupta con el océano Atlántico.
La Terra Alta, en Tarragona, con su macizo montañoso de Els Ports desde donde se adivina la desembocadura del Ebro; la Rueda de Jalón, en Zaragoza, custodiada por los perfiles escarpados de La Muela; Campo de Borja, también en Zaragoza, con la imponente laguna de La Estanca creada para almacenar el agua del río Sorbán; los alrededores de Huérmeces, en el corazón del páramo de Las Loras, en Burgos, con el desfiladero del río Úrbel.
La belleza inabarcable de Medinaceli, en Soria; los espléndidos robledales en el cauce del Boeza, un emblema del Alto Bierzo; la extraordinaria fusión del río Sil con el Miño, en una orografía fascinante, entre montañas desgajadas por el agua; o Coaña, con uno de los castros más espectaculares de todos los que se conocen en el territorio entre los ríos Navia y Eo, frontera con Galicia, son otros de esos destinos imperdonables para quienes disfrutan de la fuerza del viento y el infinito poder de la naturaleza.