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El testigo mudo del pasado
Hay en Barcelona una ruta modernista establecida, que turistas y visitantes no se quieren perder. Edificios que son patrimonio de la Humanidad, otros más humildes. Unos más céntricos, otros más alejados. Unos firmados por caligrafías de renombre, otros por discípulos que también tienen su hueco en los libros de arquitectura. Hay para todos los gustos y la urbe está salpicada de decenas de ellos. Pero luego, silenciosos, hay otros que pasan desapercibidos a ojos ajenos, incluso los locales. Sólo los vecinos presumen de tener una joya en su barrio.
En la Avenida de Vilanova -no lejos del Arco del Triunfo, emblemático monumento que otrora fue la puerta de acceso al recinto ferial de la Exposición Universal de Barcelona de 1888- hay uno de estos “pequeños” tesoros. Ni más ni menos que una antigua central térmica en el centro de la ciudad, más que centenaria, reconvertida en la sede principal de Endesa en Cataluña. Si antaño se fabricaban kilovatios, hoy es un centro de trabajo a la vanguardia de la digitalización. Ya no existe su característica chimenea que manchaba el cielo de la ciudad. La transición energética llegó antes de que se acuñara el concepto.
"Si antaño se fabricaban kilovatios, hoy es un centro de trabajo a la vanguardia de la digitalización".
La antigua sala de turbinas permanece intacta, pero sin las máquinas. Sí se conservan tal y como eran algunos elementos como el puente grúa y su gancho de color rojo-pasión, las escaleras de caracol y el cuadro de mando. La inmensa nave, de 755 m2, ahí es nada, alberga actos, internos y externos. Ventanales de grandes dimensiones la escoltan y dejan pasar a raudales la luz del día. Están decorados por componentes de hierro que aplacaban las vibraciones que creaba la actividad de la maquinaria. Y encima de todo, presidiendo la sala, un reloj parado en el tiempo, que indicaba la hora a los trabajadores. Marca las nueve menos cinco, no sabemos si de la mañana o de la noche. Tampoco cuando dejó de respirar. La leyenda urbana susurra que fue en un bombardeo durante la Guerra Civil. Nadie lo puede atestiguar. No se ha reparado. Es el testigo mudo del pasado.
Ahora, este emblemático edificio, obra de Pere Falqués, el arquitecto municipal (1889-1914), autor, por ejemplo, de los icónicos banco-farola del burgués Passeig de Gràcia, es sinónimo de presente y de futuro. En él, presidiendo la cuarta planta, está el centro de control de la red eléctrica catalana, desde el cual se realizan más de un millón de operaciones al año, y ejerce de banco de pruebas de proyectos que van a revolucionar las ciudades y las convertirán en inteligentes. La innovación y la automatización de las infraestructuras no tienen marcha atrás, y la red eléctrica tradicional va a mutar en la red del futuro, siendo cada día más resiliente y flexible.
"En el edificio está el centro de control de la red eléctrica catalana, desde el cual se realizan más de un millón de operaciones al año, y ejerce de banco de pruebas de proyectos que van a revolucionar las ciudades y las convertirán en inteligentes".
La plantilla ya no entra por la antigua puerta redonda, permanentemente cerrada y situada en una esquina privilegiada del edificio. En su fachada, en lo alto, sí que hay estampada en cerámica verde sobre fondo amarillo la fecha de cuando todo el complejo entró en servicio: 1897. En su día, hasta se construyeron pegadas las viviendas para los trabajadores de la central. Ahora son oficinas, remodeladas y estrenadas en 2012, y diseñadas con la gama cromática del ala modernista-declarada Bien de Interés Cultural Local-, para que la parte nueva dialogue con la antigua. Las obras propiciaron, además, gracias a las plantas diáfanas que se construyeron, que sea el único edificio del distrito del Eixample barcelonés donde desde una calle se vea la otra.
La extinta Hidroeléctrica de Cataluña (ya desde hace lustros integrada en Endesa) puede estar orgullosa de haber legado un edificio que une belleza y funcionalidad, símbolo e historia de la electrificación de una ciudad y de un país. La historia de una transformación que mira al pasado para honrar a las gentes que nos precedieron, y que con su esfuerzo y dedicación, y también su lucha, diseñan y apuntalan la sociedad del presente, que ya es la de un futuro inmediato.
"La extinta Hidroeléctrica de Cataluña puede estar orgullosa de haber legado un edificio que une belleza y funcionalidad, símbolo e historia de la electrificación de una ciudad y de un país".
Oriol Osan Tort
Dirección de Comunicación Externa y Digital de Endesa en Cataluña
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