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Rapa das bestas
— ¿Visteis la serie?
— A mí lo que más me gustó es cómo tratan las relaciones personales. Ahí lo clavan. Pero no les quedó demasiado vistoso… podrían haberle sacado más partido… hay otras rapas das bestas más conocidas, pero por lo que nos dice la gente que viene a verla, esta es más… no sé cómo decirlo… auténtica, quizás sea la palabra.
A Jorge Bellón se le ilumina la cara.
— En el pueblo todos echamos una mano para que no se pierda la tradición, porque es como una de las últimas cosas que nos conectan a un mundo que se nos va… los jóvenes ya solo quieren estar pegados a una pantalla…
— Esta forma de vida se muere. Tengo claro que cuando nosotros nos vayamos no habrá nadie que venga al monte, que lo cuide, que lo mantenga limpio… Ahora se habla mucho de los incendios... aunque aquí estuviese días sin llover, no ardería ni un ferrado.


Es un día de verano, pero las nubes que recorren el cantil desde el mar se han instalado en la sierra y envuelven todo lo que encuentran a su alrededor. Los 150 aerogeneradores que componen los parques de A Capelada y San Andrés de Teixido, en la provincia de A Coruña, se difuminan en lo que parece un océano de algodón. Mientras, la hierba, cortada al milímetro con la precisión de un campo de fútbol, se va empapando. Jose Antonio Bouza apoya la espalda en su coche. Está parado en uno de los caminos de tierra que se construyeron para vertebrar las 664 hectáreas que ocupan estas dos instalaciones eólicas de Endesa. Observa con detenimiento a una manada de caballos que pastan justo enfrente, que se mueven a cámara lenta sobre una pequeña loma.
— De los 500 caballos de ganadería que hay en esta zona, 200 son suyos… [hace una pequeña pausa como para dejarnos procesar el dato] los conoce a todos por el nombre y sabe perfectamente dónde están en cada momento.
— No tiene ningún mérito. Solo hay que tener ganas y venir al monte. Es bonito, pero es duro, porque pasas tu vida aquí, junto a los animales, con infinidad de preocupaciones y al final te queda poco en el bolsillo.
— Tú no podrías hacer otra cosa… tú naciste montando a caballo.
A José Antonio Bouza lo acompaña Jorge Bellón. A Jorge le brotan las palabras casi sin querer. Regenta una tienda de artesanía en el pueblo de San Andrés de Teixido, en el ayuntamiento de Cedeira, donde ya solo residen 30 personas. San Andrés es algo más que un pequeño núcleo enclavado en mitad de una pared de 613 metros sobre el Atlántico. Es un lugar de peregrinación y de culto. Su santuario recibe cada año a miles de visitantes para cumplir la tradición de verlo antes de vivo que de muerto.


La leyenda cuenta que la embarcación en la que iba San Andrés embarrancó justo al pie de los acantilados más altos de la Europa continental. No pudo soportar uno de los frecuentes temporales que agitan esta costa escarpada y, de pronto, acabó con la quilla al sol. De hecho, según el relato mitológico, el casco del barco, hoy ya petrificado, da forma a la mayor de las islas Gabeiras, uno de los dos pequeños islotes que se localizan con un golpe de vista bajo las últimas casas de esta localidad singular.
En cuanto San Andrés comprobó que no podría seguir su travesía y que aquel remoto lugar acabaría siendo su destino final, se quejó a Dios por no haberle dado un templo tan vistoso como el que tenía Santiago, con una espectacular Catedral. Le aseguraba que nadie lo iría a visitar a un sitio tan apartado. Dios le dijo que no se preocupase, que iba a dar la orden para obligar a quien no lo fuese a ver de vivo, a que fuese de muerto. «Si es de muerto, son tres veces las que hay que venir», matiza Jorge Bellón.


La intensa humedad que ha traído el viento del nordeste se ha convertido en una lluvia fina que empieza a calar. Nos metemos en el coche y arrancamos. La pista zigzaguea por la sierra y va cambiando de nivel como una montaña rusa hasta que coronamos una pequeña cuesta. Al fondo, el edificio de la subestación eléctrica que se encarga de proyectar la energía que generan los dos parques eólicos a la red. Es de espacios amplios, con una zona principal destinada al acopio de materiales para las tareas de mantenimiento de los aerogeneradores. En la planta alta, están las oficinas. Y allí, en la sala de reuniones, nos espera Miguel Freire.
Miguel es un hombre corpulento, de voz pausada y reflexiva. Cuando te habla, da la impresión de que siempre será capaz de encontrarle la solución a cualquier problema y si no, sabes que sabrá relativizarlo. Nació en Mañón, a menos de una hora de camino de la subestación, desde donde coordina la operación y el mantenimiento de San Andrés y A Capelada.
— Como yo lo entiendo, los que utilizamos este espacio formamos una comunidad de vecinos, en la que lo importante es ayudarnos los unos a los otros. Nosotros siempre tenemos gente trabajando por la zona y si vemos algo raro en un animal, algo que nos llame la atención, avisamos a los ganaderos y ellos hacen lo mismo cuando observan que alguna de nuestras máquinas no funciona correctamente.
— Todos salimos ganando.
Le contesta José Antonio Bouza. El ambiente es distendido y la conversación se engrasa sin dificultad.
— Creo que a vosotros el uso de los caminos que se abrieron para los parques os facilita el trabajo…
— Sin esos caminos, ser ganadero aquí sería imposible. Para que os hagáis una idea, antes con 50 caballos ya tenías una explotación rentable. De los caballos se aprovechaba todo, desde la carne hasta el pelo para los colchones o almohadas. Pero hoy solo queda la carne y con menos de 200 cabezas sería imposible que compensase el tiempo que le dedicamos por el dinero que generan. Y si no tuviésemos los caminos, si tuviésemos que ir a pie… Hay gente que compatibiliza trabajos, que tiene el ganado y otra profesión, pero eso… [hace un ligero gesto de desaprobación, como de quien no ve claro que esa fórmula vaya a resultar].


Y sin proponérselo entran en el tema del momento: la rapa das bestas. A principio de verano, los ganaderos fijan un día para aprovechar la llegada del calor y conducir, poco a poco, a todos los caballos que pastan en libertad a un mismo punto donde les cortan las crines y los desparasitan. Son días que liberan imágenes que impresionan. Trabajan todos unidos, con el apoyo de gente del pueblo como Jorge Bellón y ganaderos de otras zonas. Y ya se ha convertido en algo más que un atractivo turístico, es una seña de identidad.
Salimos fuera de la subestación. Los aerogeneradores giran escondidos entre las nubes. Los caballos se agrupan alrededor.
José Antonio Bouza
Ganadero de A Capelada.
Jorge Bellón
Vecino de San Andrés de Teixido.
Miguel Freire
Jefe de parque de Enel Green Power España en San Andrés de Teixido y A Capelada.
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