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El colegio de la luz y el paradigma de la inclusión
La Nacional 211 deja a cada margen un paisaje monótono de bosque bajo y terreno estirado. La imagen solo se ve interrumpida por algunas colinas que el asfalto sortea encajonado por la madera de los pinos y la tierra compacta. Poco después de salir de Gargallo el coche realiza un giro a la izquierda y se adentra en la A-1416 que lo conducirá hasta Andorra, en el norte de la provincia de Teruel. Es una localidad de unos 8.000 habitantes que se recorre prácticamente en un golpe de vista, pero guarda un patrimonio de valor incalculable en su interior y que pasa desapercibido para casi todos los visitantes. Hay que zigzaguear por sus calles suavemente empinadas hasta detenerse en una edificación cuya entrada podría parecer la de un pabellón polideportivo. Hace frío. Es un día de invierno de cielo despejado.
En la puerta del Centro Público de Educación Especial Gloria Fuertes espera Dolores Oriol, su directora. Una vez dentro, la distribución del edificio es singular. La entrada redondeada desemboca en un patio hundido a otra altura que vertebra todo el colegio y lo hace espacioso, abierto y dinámico. De cada pared del recinto cuelga un dibujo o una pintura. La mayoría, hechas por los propios alumnos. Otras son donaciones de personalidades relevantes de la música y la cultura a nivel nacional que han conocido de cerca la labor que se desarrolla aquí y han querido aportar su granito de arena.
— Le damos mucha importancia a la creación artística… Nadie entiende el potencial que tienen estos chicos hasta que ven lo que son capaces de hacer.
Si en la buena educación siempre se requiere la adaptación a las capacidades del alumno, en este caso, es indispensable. Se trata de lograr transformar el desasosiego y la intranquilidad en trabajo y esperanza. Por eso, al Gloria Fuertes, que da servicio a familias de 29 pueblos de las provincias de Teruel y Zaragoza, se le conoce como el colegio de la luz.
Poco a poco van apareciendo los alumnos que participaron en el acuerdo con Endesa para colaborar en la construcción de la planta fotovoltaica Sedéis V, situada en el perímetro de la antigua Central Térmica de Andorra, que se encuentra en proceso de desmantelamiento para conseguir los objetivos de descarbonización que se ha fijado la compañía y el Gobierno de España.
En el marco de esta cooperación, los chicos se encargaron de ensamblar unas piezas de tornillería esenciales para la unión de los paneles fotovoltaicos que se están instalando en los terrenos del antiguo vertedero. ¿Lucas, has visto quién nos ha venido a visitar? Sí, los de Endesa... Que Lucas haya ayudado a ensamblar tornillos para Endesa es como un sueño. Cuando llegó aquí, apenas tenía funcionalidad en la mano izquierda y ahora ha conseguido formar parte de este proyecto.
En cambio, para Lucía, que no se desprende ni un minuto de una deslumbrante sonrisa, «colocar las piezas ha sido muy fácil» y ha podido ayudar «a otros compañeros que les costaba más». Entre los que más disfrutaron está Daniel. Le hizo sentirse «como un mecánico» y «muy útil», porque en cuanto le enseñaron cómo poner los tornillos ya los hizo sin parar.
Y así hasta una veintena de vivencias de todo tipo, desde quien vio la tarea exigente, quien notó que les metían demasiada prisa o hasta a quien le pareció genial porque así no tenía que ir a clase ese día. Vivencias diferentes, únicas e intransferibles dentro de una historia común. Es decir, lo habitual en esta vida.
— Aquí los acompañamos hasta los 21 años y los chicos que tienen un mayor grado de independencia suelen pasar a trabajar en el centro ocupacional de Atadi.
Estos vasos comunicantes también funcionaron para este proyecto. De hecho, la Agrupación Turolense de Asociaciones de Personas con Discapacidad Intelectual (Atadi) fue una parte esencial en la colaboración con Endesa para Sedéis V. Los alumnos del Gloria Fuertes se desplazaron a las instalaciones que la entidad tiene en Andorra y que se convirtió en el epicentro de la iniciativa.
La nave del centro ocupacional de Atadi dispone de dos grandes estancias. Por un lado, la zona de talleres y, por el otro, la de almacenaje, donde se recibe el material para cada pedido y se apila el trabajo ya realizado. La nave se encuentra en una zona industrial de la localidad y pasa por ser la de una empresa cualquiera.
Almudena Amador es la directora del centro. Nos recibe en la zona de talleres donde el trajín del día a día no se interrumpe por la llegada de dos extraños.
— Que cuenten con nosotros para algo de esta relevancia supone una ayuda extraordinaria para conseguir los objetivos de inclusión y normalización que tenemos fijados. Desde mi punto de vista, cuando entramos en este tipo de acuerdos de colaboración, lo que perseguimos es convertirnos en una parte activa de los mismos y que nos acaben viendo como un proveedor más.
César Félez, el maestro que se encargó de coordinar la ejecución del proyecto en Atadi, explica, mientras recorremos la zona de talleres, los desafíos que les planteó.
— El ensamblaje no era complejo, pero sí voluminoso. Eran muchas piezas y había que dejarlas listas en poco tiempo. En relación a las habilidades de cada usuario, les encomendamos una función y la ejecutan con una eficiencia muy alta. Entre otras, trabajamos también para una empresa del sector del automóvil armando unas cajas que llevan unas piezas muy particulares, montando camiones de juguete o elaborando bolsas de chucherías.
Los usuarios reciben una asignación por su trabajo, lo que les ayuda a vivir de forma independiente. Es la culminación de un proceso de inclusión paradigmático a nivel nacional y que arranca desde hace más de 30 años en las aulas del Gloria Fuertes.
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