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Gorona del Viento y el viaje hacia la sostenibilidad
Aseguran que es una isla, pero eso solo lo puede decir alguien que jamás ha estado allí. En realidad, El Hierro encierra un universo. Esos 268 km2 de tierra que se mantienen a flote en mitad del océano Atlántico permiten saltar en menos de una hora desde los tupidos pastos y las nubes espesas de la meseta de Nisdafe hasta un paraje volcánico, de suelo oscuro y sol intenso, por la sinuosa carretera del mirador del Lomo Negro; o hasta un pinar inabarcable por encima del Mar de las Calmas que transporta casi al instante a esos días de quietud que disfruta el Mediterráneo cuando se acerca el verano; o hasta una frondoso brezal, salpicado por enormes helechos y enjambres de laurisilva, que comienza a más de mil metros de altitud en la Llanía y que podría ser un corta y pega de un pedacito del continente americano.
Pero es que en El Hierro también se encuentra el árbol sagrado del Garoé; un impresionante sabinar, donde cada árbol ha sido moldeado y doblegado de forma única por los constantes alisios; o el faro de Orchilla, que recuerda que ese lugar es el punto más occidental de Europa. Hacia el oeste no hay nada más que un interminable manto de agua salada. Quizás por esa sensación de aislamiento, de punto periférico y dependiente, en la isla creció la necesidad de ser autosuficientes y sostenibles. Ese mantra que es depender de los propios recursos y cuidarlos con mimo para que no se agoten.
A nivel energético, la idea fructificó en la creación de Gorona del Viento, la sociedad impulsada por el Cabildo de la Isla, Endesa -que, además de figurar en el capital social con un 23 %, se encarga de su operación y mantenimiento-, el Instituto Tecnológico de Canarias y el Gobierno de Canarias para autoabastecer a los cerca de 11.000 habitantes de este complejo paraíso. La compañía cuenta con un parque eólico formado por cinco aerogeneradores, con una potencia total de 11,5 MW; una central hidráulica de cuatro turbinas, con una potencia total de 11,5 MW; y una estación de bombeo con ocho bombas y una potencial total de 6 MW. La instalación hidroeólica logró el 9 de agosto de 2015 el hito de que el territorio viviese por primera vez y durante dos horas alimentado por energías renovables. «Con las optimizaciones que se han ido haciendo desde que entró en servicio, Gorona aporta a lo largo de un año ya más de la mitad de la energía que la isla necesita», explica el delegado de Endesa en El Hierro, Juan Luis Padrón Morales, quien agrega: «Los planes a corto plazo pasan por incrementar el mix generación con un parque fotovoltaico y almacenamiento por baterías de unos 5 MW, que permitiría alcanzar el 80 % de la demanda eléctrica con energías renovables». La incorporación de otras tecnologías, como el almacenamiento de energía y la producción de hidrógeno verde (H2), podría culminar ese ejemplar y ansiado viaje hacia su independencia energética.
A nivel técnico el funcionamiento de la central hidroeólica es relativamente sencillo de explicar. Cuando sopla el viento los cinco aerogeneradores inyectan a la red eléctrica su producción. El excedente se utiliza para bombear agua de un depósito inferior hasta uno superior. Para contribuir a la estabilidad de la red eléctrica de la isla, se turbina el agua del depósito superior, que cae de nuevo hacia el depósito inferior por un conducto. La parte hidro, de producción predecible y constante, sirve para darle estabilidad a la red, ya que el recurso eólico es variable e intermitente. Los huecos de demanda que no se consiguen cubrir con energía renovable, los rellena la central térmica de Llanos Blancos, nutrida por el diésel que llega a la isla en barco. La pandemia y la guerra de Ucrania han servido para visualizar la importancia de no estar mirando siempre hacia el puerto de la Estaca.
Pero en un punto del planeta tan peculiar, declarado en el año 2000 por la Unesco Reserva de la Biosfera y en el 2014 como geoparque, la sostenibilidad no solo se ciñe a las fuentes de energía, sino que abraza a sectores de la economía tan trascendentes para la isla como son la pesca o la agricultura.
En la Restinga, un refugio natural al sur de la isla y la coordenada más meridional de España, un pequeño pesquero se aproxima a tierra al abrigo del dique que protege a las embarcaciones del empuje del infatigable nordeste. Es mediodía. Los hermanos Jesús y José Noé Machín Gutiérrez son los patrones del barco que acaba de amarrar en un discreto muelle justo enfrente del edificio de la Cofradía de Pescadores. Abren el tambucho de la bodega y comienzan a izar con gancho atunes de aletas amarillas -los conocidos como yellowfin-, abades y algún medregal -en esta ocasión no encontraron petos, un primo de los túnidos muy apreciado en la gastronomía canaria-. «Pescamos de forma artesanal, como se ha hecho toda la vida, con cebo vivo que cogemos al amanecer y después con línea de mano y con caña», comenta Jesús. «Es una pesca muy selectiva y permite que las distintas especies se recuperen», recalca.
La cofradía la componen unos 40 pescadores que trabajan en una zona que prácticamente no dispone de plataforma continental, con lo que rápidamente se gana fondo y es ahí donde aparecen los grandes pelágicos. La mayor parte de estos pescadores venden su producto a través de la cooperativa Pesca Restinga. Lo que no se consume en El Hierro se manda a otras islas de mayor tamaño, principalmente Tenerife, donde se necesita cubrir la intensa demanda del turismo.
No solo en la pesca se siguen los métodos tradicionales. En la agricultura, los herreños son pioneros en la economía circular. Es habitual que quienes cultivan plátano y piña tropical también tengan ganado que alimentan con los restos de las plantas y usan el estiércol de los animales para avivar sus plantaciones. Juan Antonio Morales Castañeda tiene una explotación en Frontera, en una zona llana y soleada. «Aquí nada se desperdicia, hay que hacer una gestión de los recursos inteligente. No disponemos de grandes extensiones de terreno como en otras islas donde las plantaciones tienen un tamaño mayor que las nuestras y normalmente las trabajamos entre pocas personas y no compensa meter máquinas -lo que reduce considerablemente la huella de carbono de la explotación-», comenta.
Estas plantaciones también son consumidoras de energía eléctrica, que se beneficiarán de la proliferación de las renovables, e implican medios de transporte y procesos que hoy aún no están electrificados. En el momento en que se vayan descarbonizando y todas estas piezas del rompecabezas encajen, El Hierro será uno de los primeros ejemplos de un mundo nuevo, de un mundo completamente verde.
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