Convivencia bajo el sol de Totana

Hace calor. Estamos en Totana, en el corazón de Murcia, en la comarca denominada Bajo Guadalentín. Es una zona de huerta y ganadería, pero sobre todo de mucho sol.

Desde el suelo emana esa neblina que provoca el calor del asfalto, pero a medida que te adentras por caminos de tierra, esa sensación de pesadez solar se aligera, mientras que de fondo se escuchan grillos. Pero no estamos en medio del campo, estamos llegando a una planta solar.

De frente se ven paneles fotovoltaicos, pero la sorpresa es cuando entre ellos asoman puntiagudas, las hojas de una planta de aloe vera y numerosos pájaros sobrevuelan nuestras cabezas.

Jose Enrique nos saluda. Está esperando a los técnicos agrónomos y biólogos que se ocupan de estas plantaciones entre paneles solares. Él es ingeniero y nunca pensó que su trabajo estaría tan unido al sector primario, porque la gestión de esta planta solar va más allá de un control técnico. Aquí agrónomos, biólogos, pastores y estudiosos de aves acuden con frecuencia, una muestra real de la convivencia de todos estos mundos bajo el sol de Totana.

El tamaño de la aloe vera sorprende, llega casi hasta la cintura. “Yo no soy un experto, pero a fuerza de convivir con estas plantas y escuchar a los técnicos, me he dado cuenta de que la sombra que proyectan los paneles ayuda a estas plantas”, explica mientras señala el mismo cultivo en una zona sin paneles solares. “Ves, allí son más pequeñas, sufren los embistes del sol”.

Los técnicos han llegado, pero se van directamente a una planta que trepa entre los inversores, el esqueleto metálico sobre el que se apoyan los paneles. Es pitaya. “Estamos haciendo investigaciones experimentales para ver cómo la planta se puede beneficiar de estar en un clima seco y soleado, pero bajo la sombra continua de un panel solar”, explica Jose Enrique mientras los expertos manejan con destreza aparatos de medición de temperatura y fijan las ramas de esta especie de cactus.

Al lado hay una especie de arbusto pequeño que llama la atención, porque claramente se ve que se trata de algo plantado por el ser humano. “No lo mires raro, es la trufa del desierto”, comenta Jose Enrique explicando que se trata de una especie de hongo cuyo cultivo es idóneo para el clima casi desértico de esta zona.

Mientras caminamos entre paneles aparece Juan Pedro, quien garrote en mano pastorea sus ovejas por la instalación. Se detiene a hablar con Jose Enrique. Juan Pedro a los 14 años ya era pastor, lleva toda su vida dedicado a este oficio y ahora a sus 50 años se siente tranquilo llevando a sus ovejas a la planta de Jose Enrique. “Las plantas solares son recintos cerrados, sin pesticidas y protegidas que dan la tranquilidad de que nadie te robe el ganado y que la comida que comen sea buena”, comenta este pastor de piel oscura curtida por el sol de Totana.

Pero el beneficio es mutuo, porque las hierbas crecen en las plantas solares y las ovejas de Juan Pedro son “maquinaria” perfecta para el desbroce natural del terreno. “Aquí todos convivimos”, comentan ambos mientras se van caminando hacia una explanada de 8 hectáreas que se ha destinado a la recuperación de flora de la zona y que está permitiendo el regreso de numerosa fauna. De ahí vienen los pájaros que sobrevolaban nuestras cabezas al llegar.

“Mis hijos cuando vengo al trabajo me preguntan qué animal he visto”. Aquí se pueden ver alcaravanes, ganga ortega, carraca europea o rapaces como el aguilucho cenizo, gavilanes o águilas. Entre la vegetación de esta zona se divisan casas nido acondicionadas para favorecer la vuelta de una fauna que había desaparecido por el uso intensivo del suelo. Ahora sobrevuelan sobre los paneles de Totana, mientras más allá las plantas entre paneles siguen creciendo.