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Aunque pueda parecer un concepto novedoso, la construcción de viviendas basándose en criterios de sostenibilidad y de aprovechamiento de los recursos materiales y ambientales con el fin de ahorrar energía es mucho más antigua de lo que la mayoría cree.
La arquitectura tradicional siempre ha empleado balconadas o galerías acristaladas como un espacio intermedio que permite mantener el calor durante el invierno y proteger del sol durante el verano.
Con el paso de los años, los modelos de edificación fueron cambiando y se priorizó gastar menos y aprovechar el espacio. Se olvidaron cuestiones básicas como la eficiencia energética, la integración de la vivienda en el entorno o la propia habitabilidad.
Pero hoy en día las viviendas pasivas vuelven a estar de moda. Se construyen siguiendo el estándar Passivhaus basado en el consumo de energía casi nulo, la disminución del impacto medioambiental y, por supuesto, en el aumento de la calidad de vida.
En este gráfico puedes comprobar cómo una vivienda pasiva consume 15 kWh por metro cuadrado y año en climatización, una gran diferencia con respecto a los 112 kWh de las viviendas usadas.
Una de las grandes cuestiones cuando nos referimos a las viviendas pasivas es si se amortiza el precio al cabo de los años. Cruzando los datos del coste de la vivienda media con la energía de climatización según el tipo de vivienda, se destaca que, en el caso de la calefacción eléctrica, el ahorro y la amortización del coste de una vivienda pasiva es mucho mayor que en la calefacción de gas.
Al cabo de 25-30 años del uso de una vivienda nueva o usada, el coste de la climatización eléctrica se dispara mientras que en las viviendas pasivas permanece estable. En el caso de la climatización por gas, la diferencia es más notable a partir de los 40-45 años de la vivienda.
Sobre viviendas pasivas y sus beneficios hemos hablado con Jesús María Alonso, arquitecto con varios años de experiencia en el diseño de este tipo de edificaciones.
- Deben cumplir determinados requerimientos en cuanto a demanda real de calefacción (inferior a 15 kWh/m2); demanda de refrigeración (también inferior a 15 kWh/m2); y demanda en energía primaria (agua caliente y electricidad).
Además, se debe garantizar la estanqueidad de la construcción, no superando las 0,6 renovaciones de aire por hora. El cumplimiento de estos parámetros se debe formalizar mediante un ensayo y auditoría real tangibles.
“Una vivienda es pasiva si consigue mantener por debajo de un límite sus necesidades de energía.”
Las soluciones están enfocadas en dos vertientes principales. Por una lado, la relación de la vivienda con su entorno y su implantación en la parcela. Es preciso tener muy presente el microclima de cada zona a la hora de realizar el proyecto.
Por otra parte, también es fundamental la solución constructiva de la vivienda y los materiales que se emplean: súper aislamiento, carpinterías de altas prestaciones, erradicar los puentes térmicos, ventilación mecánica con recuperador de calor…
La principal diferencia es la eficiencia energética. Una vivienda pasiva consume menos energía para garantizar el confort térmico en el interior del hogar que una vivienda convencional, lo que redunda por un lado en el ahorro de consumo de fuentes de energía, y por otro lado ayuda a reducir las emisiones de CO2. De esta forma se puede luchar contra la contaminación y el cambio climático.
Otra diferencia importante es la reducción de los trabajos de mantenimiento, ya que en las viviendas pasivas la oscilación de cambios de temperatura y humedad en el interior de la vivienda son menores. Los materiales sufren menos y duran más, evitando la aparición de patologías constructivas relacionadas con estos cambios.
El coste de ejecución de este tipo de construcciones es mayor que el de las viviendas “convencionales”, pero teniendo en cuenta el tiempo de vida útil de una vivienda, el retorno de la inversión extra se produce rápidamente, entre los 5 y los 10 años.
“Una vivienda pasiva cuesta más que una convencional, pero en 5 o 10 años hay un retorno de la inversión.”
Por lo general, cada lugar tiene sus sistemas constructivos tradicionales, que se adaptaron con el tiempo a las características de los materiales existentes en la zona.
Hoy en día, los sistemas constructivos y su industria se han globalizado, lo que hace más prescindible acudir a ellos.
El reto está en complementar los materiales tradicionales de cada zona con los nuevos materiales para la envolvente térmica de la vivienda, de mayores prestaciones.
“Uno de los retos de la vivienda pasiva es complementar los materiales tradicionales de cada zona con otros nuevos, de mayors prestaciones.”
Es esencial ser consciente del microclima de la parcela y adaptar las soluciones a este. Pero de igual modo es importante analizar y encontrar el equilibrio entre la orientación de la vivienda con respecto al soleamiento y las vistas que ofrece la parcela, evaluar la presencia de agua en esta, las masas boscosas u otros obstáculos que arrojen sombras, etc.
El ahorro es considerable, llegando incluso al 90% en demanda de climatización. El consumo nulo, en casos reales, es muy difícil de conseguir.
“Una vivienda pasiva puede llegar a ahorrar un 90% en climatización”
Básicamente aprovechando las energías limpias (solar, geotérmica) para aportar calor, y reteniendo este calor en el interior de la vivienda gracias a su sistema constructivo de gran inercia térmica.
En el caso de climas cálidos, donde prima el sistema de refrigeración, hay que adecuar su construcción utilizando materiales disipadores de calor como el agua e implantando un sistema de climatización/refrigeración inteligente. También se emplean recuperadores de calor con posibilidad de by-pass, minimizando las perdidas debidas a la renovación del aire.
Depende de cada caso en concreto y de cómo se hubiera construido el edificio en su día. Pero el coste de las obras a ejecutar para adaptar la vivienda existente a las exigencias de consumo nulo sería del todo desproporcionado con respecto del valor de la vivienda.
En las obras de reforma que se están llevando a cabo últimamente, aunque no sea posible alcanzar el consumo nulo, sí se mejora notablemente la eficiencia energética de la vivienda.
Actualmente está siendo demandada por muchos sectores de la población y el particular cada vez se preocupa más por esta cuestión, sobre todo en obra nueva.
El incentivo de las administraciones públicas mediante subvenciones está dinamizando en gran medida este tipo de actuaciones, sobre todo en los casos de reformas y rehabilitaciones del parque inmobiliario.
“La Administración está dinamizando la construcción de viviendas pasivas, sobre todo para reformas y rehabilitaciones.”
Obviamente está el beneficio del ahorro en consumo, lo que se traduce en la reducción de la factura. Pero también está el beneficio del confort térmico, lo que redunda en calidad de vida.
Las dos cosas son compatibles y complementarias, y así deben de serlo. Por una parte está la edificación como aparato y su relación con el clima y, por otra, el funcionamiento de este.
La domótica permite adaptar su actividad a las características particulares de la situación climática y a las necesidades de los moradores en cada momento.
Hasta hace poco, por la situación climática de España, el usuario no veía prioritaria la necesidad de adaptar la construcción a la eficiencia energética, como pasaba en los países nórdicos por ejemplo.
Esta situación está cambiando, ya que la gente es cada vez más consciente de que, aprovechando las bondades climáticas del país y con pequeños gestos a la hora de construir, el beneficio obtenido a la larga es importante.
“En España cada hogar gasta, de media, 746 euros en electricidad y 266 euros en gas natural.”