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No hay duda. El internet de las cosas o IoT llegó con el objetivo de conectar nuestros dispositivos, mejorarlos y facilitar las rutinas de familias y organizaciones. Sin embargo, su tecnología viene cargada de novedades que plantean a su vez retos relacionados con la seguridad: ¿un dispositivo de IoT puede ser hackeado?
No hay duda. El internet de las cosas o IoT llegó con el objetivo de conectar nuestros dispositivos, mejorarlos y facilitar las rutinas de familias y organizaciones. Sin embargo, su tecnología viene cargada de novedades que plantean a su vez retos relacionados con la seguridad: ¿un dispositivo de IoT puede ser hackeado?
Hay que conocer los riesgos existentes para poder proteger adecuadamente un dispositivo: las conexiones de un frigorífico en uso estarán, generalmente, menos protegidas que las del servidor de una empresa tecnológica, por lo que la ciberseguridad del internet de las cosas debe tenerse en cuenta desde el inicio de su desarrollo. Las empresas han de conocer los mejores métodos a utilizar para proteger a los usuarios.
Mientras la mayoría de ordenadores y sistemas en red están muy protegidos, los dispositivos conectados al internet de las cosas suelen ser atacados a través de sus vulnerabilidades de seguridad y de su interfaz de administración. No solo eso, sino que su instalación y conexión suele ser realizada por los usuarios que harán uso de la tecnología y no por profesionales.
Los hackers buscan, generalmente, conseguir un beneficio económico a través de sus ataques. Pueden pedir un rescate para detener sus acciones o conseguirlo a través de la extracción de criptomonedas. La ciberseguridad es un factor clave que debe pasar por tecnologías que merezcan la confianza de los usuarios. Es aquí donde entra la criptomoneda que usaremos en estos dispositivos, IOTA.
¿Qué es IOTA? Es una criptomoneda que se describe a sí misma como la columna vertebral del IoT. Una moneda virtual nacida en 2014 que usa una tecnología que será útil para multitud de usos relacionados con el internet de las cosas. Su objetivo principal es proveer comunicaciones seguras y pagos entre dispositivos que funcionen bajo el IoT.
Fue creada como una derivación de la tecnología Blockchain, aunque con el objetivo de ir más allá. Blockchain es una tecnología que descentraliza la toma de decisiones y, para que funcione, tiene que estar basada en un token o unidad de valor. En función del objetivo de ese token, la tecnología variará siendo creada bajo una misma estructura inicial, generalmente Ethereum.
IOTA se diferencia de otras divisas en el objetivo y la tecnología que hay detrás. Mientras que el objetivo habitual de las criptomonedas es generar un intercambio monetario como el que se puede dar en una tienda online, el de IOTA se centra en exclusiva en el internet de las cosas y en los intercambios asociados a estos.
De esta forma, se podrían dar usos como la petición de productos desde la propia de nevera y, por qué no, servicios de leasing de productos como automóviles que se pagarían directamente a través del propio producto alquilado.
La popularidad de esta criptomoneda ha vivido un crecimiento muy destacado en los últimos meses, tal y como demuestra Google Trends, y su capitalización de mercado ha subido por encima de los 12.000 millones de dólares en diciembre de 2017. Con esto, la divisa ha conseguido, según CoinMarketCap, entrar en la lista de las diez mayores criptomonedas del mundo por capitalización de mercado junto a otras como Ethereum, Ripple y Cardano.
Estas tecnologías suponen un gran avance y puede implicar grandes cambios en la manera en la que realizamos nuestras compras y ventas, sin embargo, su uso genera ciertas dudas. No se trata únicamente de la seguridad de Blockchain, que hasta ahora no ha sido hackeado, sino de los usos que se puedan dar con esta tecnología, que algunos usan para cubrir sus huellas tras actos delictivos.
El internet de las cosas alberga tantas oportunidades como desafíos representa, y servicios como IOTA están creados bajo esa idea. Está en la mano de las organizaciones y los gobiernos la creación de tecnologías y normativas que aseguren que los usuarios puedan hacer uso de ella con la confianza necesaria. Cada nueva tecnología supone nuevos retos y es el momento de buscar soluciones para continuar avanzando.