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Un nuevo horizonte
Mi padre tiene una foto construyendo la primera columna y mi intención es hacer la misma foto derribando la última.
Tenía 15 años cuando nos mudamos todos a Andorra, en Teruel, siguiendo a mi padre. Él vino en 1978 a ayudar a construir la central térmica y luego se quedó trabajando aquí para Endesa. Como todo padre orgulloso de su trabajo, me traía a ver cómo se erguía la planta. He seguido con su legado, pero lo que él levantó, ahora yo lo estoy demoliendo.
Es un trabajo con repercusiones sentimentales profundas, porque lo que estoy haciendo es cerrar el ciclo. Echar abajo la central es como echar abajo mi casa. Así lo siento, porque conozco cada aparato, cada elemento, cada rincón, desde mis tiempos de universidad. Estaba haciendo la carrera de ingeniería electrónica y, gracias a la intervención de mi padre, cada 15 días recorría los diferentes puestos, aprendiendo cómo se hacía el trabajo por aquí.
Así que tengo que contener las lágrimas en este proceso que ha tenido como punto álgido la voladura de las tres icónicas torres de refrigeración.


Iconos de la región
Fueron la imagen de la comarca, lo que se veía desde muy lejos, desde muchos pueblos de los alrededores. Si a un niño le pides que diseñe la central, dibujará las tres torres y la chimenea. Era el emblema de la zona, lo que nos diferenciaba.
Representan el crecimiento y la dinamización de la región, la transformación de una zona triste, pobre y deprimida en una de las más ricas de Aragón, con una de las rentas per cápita más altas de la comunidad autónoma.
“Las torres representan el crecimiento y la dinamización de la región, la transformación de una zona triste, pobre y deprimida en una de las más ricas de Aragón”.
Fueron un elemento visual y muy pasivo. Es decir, a los que trabajamos en una central térmica no nos suele dar trabajo o causar problemas. Pero no por ello dejan de ser un componente muy necesario en la planta.
Es por donde se veía salir el penacho de vapor, una pequeña porción de agua que se pierde durante el proceso de generación de energía. «Nosotros somos los que hacemos las nubes», le contaba a mi hijo. Y ahí, en el ahorro de agua, es donde reside toda la importancia de las torres de refrigeración.
“Nosotros somos los que hacemos las nubes», le contaba a mi hijo. Y ahí, en el ahorro de agua, es donde reside toda la importancia de las torres de refrigeración”.
Ellas enfriaban y condensan la mayor parte del vapor de agua originado durante la quema del carbón que hace mover la turbina, la responsable de producir electricidad. De esa manera, podemos reaprovechar una cantidad ingente de agua que, si no fuera por las torres, sería lanzada a la atmósfera.
Las torres fueron, de hecho, un símbolo tan arraigado en la región que no han sido pocas las propuestas que surgieron para evitar su demolición: pintarlas de colores para que quedaran como monumento artístico, poner unas tirolinas… Pero eran ideas inviables. Hubiera hecho falta mantenimiento y, sobre todo, vigilancia constante para que no se hicieran locuras desde el alto de sus 107 metros. Además, Endesa debe devolver la zona tal y como la encontró antes de la construcción de la central, y el hormigón de las torres será reaprovechado para rellenar las galerías subterráneas.


Testigos de la voladura
Pero esta fase ya es pasado. El desmantelamiento de las torres es algo aceptado y, desde luego, todos han querido ser testigos de su voladura. Ha sido un gran acontecimiento, de los que se ven en las películas.
Se han detonado 2,5 kilos de cordones explosivos instalados en 40 pequeñas piscinas hinchables situadas alrededor de cada torre. La gran pantalla de agua que se ha producido se ha encargado de absorber parte del polvo provocado por la voladura.
Pero eso no es todo: hemos utilizado estructuras metálicas envueltas en tejidos de alta tecnología y ¡balas de paja! Sí, 364 balas de paja prensada, es decir, más de 115 toneladas de forraje rodeando las torres para mitigar el impacto provocado por su derrumbe.


Ha sido un proyecto pensado al milímetro, para que la voladura sea totalmente segura. Los trabajos previos, de hecho, empezaron hace ocho meses. Se ha separado la estructura externa de las torres de la interna, se ha eliminado el amianto y se han sustituido las luminarias de mercurio, encendidas constantemente para evitar que helicópteros y aviones se choquen con ellas, por bombillas LED que, con la voladura, no contaminarán el suelo.
Pero si los preparativos duraron meses, el momento cumbre no ha durado nada. Ha sido como la salida de la Fórmula 1: si parpadeabas, te la perdías.
“Los preparativos de la demolición duraron meses, el momento cumbre no ha durado nada. Ha sido como la salida de la Fórmula 1: si parpadeabas, te la perdías”.


La gente me preguntaba cómo se registraría ese momento, porque querrán verlo y reverlo a cámara lenta. Se ha grabado todo con drones que han volado al lado de las torres en el preciso instante de la implosión.
Un momento histórico que todos han aplaudido y que yo he sentido en lo más hondo. Le enseñaré a mi padre el vídeo de la voladura, como ya le he mostrado grabaciones del desmantelamiento de otras zonas de la central. Él, pese a los ictus que ha sufrido, entiende y reconoce elementos como «la cámara estanca de la planta 8», me dijo, aunque no fuera capaz de recordar el nombre de su nieto en ese momento. ¡Qué compleja es la memoria humana!
Él ha pasado 22 años de su vida en la central y yo 35. Mi padre tiene una foto construyendo la primera columna y mi intención es hacer la misma foto derribando la última.
José Antonio Capellán Salomón
Supervisor de Demolición y supervisor eléctrico de la Central Térmica Teruel.
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