
Seis segundos en Compostilla
Las manos de Francisco Naya explican lo que no se lograría explicar ni con la infografía más minuciosa. Acompañan con una sincronización milimétrica cada una de las palabras que lanza a la cámara para relatar en detalle cómo en solo seis segundos se han desplomado, gracias a la ayuda de 200 kilos de explosivo, dos torres de refrigeración y una chimenea de la central térmica de Compostilla (Cubillos del Sil, León).
Un hito de ingeniería que, dibujando en el aire, logra hacer digerible para los que nunca han visto de cerca un plano de obra. «En realidad son dos voladuras en una», comenta. «Pero por logística, por todo el dispositivo que hay que movilizar, era más sencillo ejecutarlo todo al mismo tiempo». A su espalda la estructura de la planta se sigue desnudando y en algunos puntos ya se echan en falta algunos huesos.
El desmantelamiento de este icono del Bierzo ha cogido vuelo. El avance de los trabajos ya supera el 50% del total. Naya es el responsable de un proyecto que no está exento de carga sentimental dentro de Endesa, la empresa para la que trabaja. Es la zona donde nació la compañía, vinculada a la extracción del carbón y al empuje de la industrialización que vivió España a finales del siglo pasado.
Quizás lo que se está volando no son solo tres moles de hormigón armado, sino los antiguos cimientos de Endesa, ahora firmemente sostenida por el viento, el sol y el agua. Por eso, y por la curiosidad que provoca ver caer figuras que parecen indestructibles, diseminados en los 500 metros de la carretera que bordea la central por la cara que mira al pantano de Bárcena, se agolpan centenares de curiosos.



Pero volvamos a los seis segundos. Después de haberlas desvestido por completo de revestimientos, de debilitar su armazón y de agujerearlas para colocar las cargas de dinamita, «las torres de refrigeración se plegaron en diagonal, con un segundo de decalaje, hacia un punto de encuentro a medio camino de la distancia que las separa».
Esa diferencia de apenas un segundo en venirse abajo es, sin embargo, fundamental para que el acoplamiento de ondas expansivas y vibraciones que se propagan como consecuencia de la voladura pudiesen dañar otras infraestructuras.
La chimenea, las más pequeña de las tres que componían Compostilla, cayó de otra forma. Por el mismo principio que el tronco de un árbol. Se corta la estructura por su base hasta que solo se sostiene por un mínimo anclaje. Allí se coloca el explosivo que actúa como catalizador de un derrumbe al que solo le faltaba tiempo de maduración. La voladura garantiza que caiga justo hacia el lugar donde es más oportuno para acelerar al máximo el desmantelamiento.



Los curiosos empiezan a hacer el camino de vuelta hacia los dos aparcamientos ubicados a cada lado del tramo cortado de la carretera. Los redactores dejan de tomar notas, las cámaras se apagan y en un suspiro el foco sobre Compostilla empieza a difuminarse.
Porque después de tan solo seis segundos lo que queda es una pequeña nube de polvo y cerca de 17.000 toneladas de hormigón armado para procesar y que se reciclará por completo. Un signo de los nuevos tiempos. La economía circular.


