{{article.title}}
Gigantes y molinos
Cuando ser un visionario te hace luchar por lo que crees
Me conozco al cien por cien los domicilios de Paradela y puedo entrar en cada uno de ellos. En la mayoría seré muy bien recibido y en unos pocos me mirarán con cara más seria. Pero los conozco a todos desde los años 80. Yo era funcionario del Ministerio de Agricultura y, a raíz del acuerdo para la Política Agraria Común, tuve que visitar a los vecinos para hacer una relación de las fincas del municipio. Fueron noches enteras trabajando, investigando, porque muchos no sabían qué parcelas tenían.
Eran producto de herencias y no habían llevado a cabo las debidas legalizaciones. En unos cuantos casos los roces familiares no permitían siquiera que se reunieran para aclararse sobre sus propiedades. Fue una labor muy complicada.
En 2002, sin embargo, cuando Endesa llegó a Paradela para participar en el desarrollo eólico en el municipio, mi relación con muchos vecinos se torció. Yo veía los beneficios que la construcción de parques eólicos podía generar para los paradelenses, pero un 20% de los habitantes no lo tenía nada claro. Fue muy duro. Llegué, incluso, a sufrir amenazas.
El malestar iba creciendo a medida que se propagaban rumores y locuras. Decían que los molinos iban a esparcir una radiación que dejaría a las vacas estériles, que al girar las palas producirían hielo, que se desprendería y caería sobre las reses y los humanos, que causarían daños a la salud pública…
Lo pasé muy mal porque me hacían sentir como si estuviera trabajando en contra de los intereses de mis vecinos, a los que vengo representando como alcalde desde los 24 años. Ahora tengo 67.


Apoyo vecinal
Que el 20% de los vecinos se manifestara contra los proyectos eólicos de Endesa en Paradela no implicaba que el 80% restante estuviera a favor. La mayoría, simplemente, no participaba en la dinámica de impedir la construcción de los dos parques (de Paradela y de Serra de las Penas), pero llevó su tiempo que los apoyaran.
«No te creas lo que dicen por ahí», les advertía, animándolos a cogernos un autocar e irnos a ver parques eólicos. De esa manera, las falsedades caerían por su propio peso. Y así fue, poco a poco.
En 2007, ya fue posible empezar negociaciones económicas con unos pocos vecinos. Pero como Galicia es tremendamente minifundista el proyecto necesitaba el apoyo de cerca de 200 dueños de medio millar de fincas. Algo que se dio con el pasar del tiempo.
Los propietarios fueron cambiando de idea y, diez años más tarde, en 2017, por fin se pusieron las obras en marcha. Los vecinos seguían enfadados, pero la contrariedad ya era otra; ahora estaban interesados en instalar los molinos en sus fincas.
Yo seguí adelante en medio de la crisis. Algunos vecinos pensaban que, como alcalde, elegiría qué propietarios se beneficiarían de la construcción de los parques eólicos, les explicaba: «Los técnicos son los que constatan donde hay mejor viento, son quienes deciden la localización de las máquinas».
Cambio de perspectiva
Los beneficios económicos directos han tenido un gran peso en esta disputa, pero no han sido el único motivo del cambio de perspectiva de los vecinos. Pasaron de reproducir bulos a desear estar involucrados en el proyecto porque vieron que las ventajas eran considerables.
Tanto los dueños de las fincas donde están los 27 molinos como las que han dado cobijo a los conductos subterráneos cobran arriendos anuales o perciben un pago único, pero lo más motivador ha sido ver que muchas tierras inaccesibles y, por lo tanto, prácticamente abandonadas, se han convertido en pastizales de primera.
“Muchas tierras, inaccesibles, y por lo tanto, prácticamente abandonadas, se han convertido en pastizales de primera”.


Eso, gracias a las vías de 12 metros de ancho, construidas para subir las máquinas de los parques eólicos. Estos caminos han permitido que los propietarios accedan más fácilmente a sus fincas; parcelas que antes o carecían de acceso o el mismo era de muy difícil utilización.
Toda esta transformación en la zona no hubiera sido posible sin el trabajo de identificación de la titularidad de las tierras. Yo lo empecé en los años 80, lo retomé a raíz de la construcción de los parques, en los últimos años, y Endesa lo finalizó, legalizando cada una de las propiedades. Las expropiaciones, de hecho, han sido testimoniales (un par de casos) porque hemos hecho de todo, no solo para localizar a los herederos sino también para ponerlos de acuerdo.
Labor social
Yo he mediado entre más de 50 familias que, por una mala relación, no habían hecho el reparto legal de las herencias. He logrado que padres e hijos que no se hablaban llegaran a un entendimiento sobre las tierras y fueran juntos al notario a escriturarlas.
Así que una cosa llevó a la otra. Pasaron de ser tierras inaccesibles, improductivas y sin los papeles en regla, a ser un activo. Muchos propietarios aprovecharon para vendérselas a vecinos que se dedicaban a la ganadería, nuestro mayor motor económico. Así todos salieron beneficiados.
Para quienes las vendieron, las tierras dejaron de ser una carga porque, aunque ya no vivían en Paradela, las tenían que cuidar para evitar incendios. Para quienes las compraron y ampliaron la extensión de sus terrenos, sus negocios se han desarrollado. De hecho, el saldo ha sido muy positivo: ninguna explotación se cerró por los parques. Al revés. Se han mejorado las que existían.
Los parques eólicos afectaron positivamente a las explotaciones: 7.000 cabezas de ganado, unas cuantas granjas de porcino, y algunas explotaciones de ovino y caprino. Además, contamos con una buena producción y almacenamiento de forrajes, y se está volviendo a sembrar trigo y centeno.
“Los parques eólicos afectaron positivamente a las explotaciones: 7.000 cabezas de ganado, unas cuantas granjas de porcino, y algunas explotaciones de ovino y caprino”.
En cualquier caso, no es fácil conquistar población en el mundo rural. Si antes del pantano, Paradela contaba con más de 4.000 vecinos, hoy somos 1.800. Si en nuestro colegio estudiaban más de 300 niños, hoy tenemos solo 62 alumnos de primaria. Es decir, aunque los parques eólicos no hayan atraído a población activa, sí que ayudaron a consolidar las explotaciones ganaderas. Eso ha hecho ver a los paradelenses que hay un futuro por delante. Hay explotaciones que van a crecer mucho más de lo que ya han crecido.
“Los parques eólicos no han atraído a población activa, pero, al ayudar a consolidar las explotaciones ganaderas, han hecho ver a los paradelenses que hay un futuro por delante”.
Y todo esto en un ambiente de consenso general, y para bien, que se ha traducido en una excelente relación con los vecinos. «¡Qué razón tenías!», me han reconocido.
José Manuel Mato Díaz
Alcalde de Paradela.
Contenido relacionado
El legado que seremos
El legado que seremos es un reflejo de la transición energética justa en España a través de sus protagonistas.
Se trata de un proyecto patrocinado por Endesa creado e impulsado por el fotógrafo documental Álvaro Ybarra Zavala. Álvaro está siendo testigo de nuestro proceso de cambio, contando a través de sus fotografías las historias de las personas verdaderas protagonistas de este cambio.