
La tecnología del primer coche eléctrico de la historia se remonta a comienzos del siglo XIX. Desde entonces, fue evolucionando hasta hacerse viable y poder desarrollar una auténtica industria de coches eléctricos. Se hacían carreras para batir récords de velocidad y distancia, había estaciones de carga públicas y privadas, se fomentaba su uso para viajar entre ciudades… Sin duda, la revolución de los vehículos a motor está completamente ligada a los eléctricos, que, durante unos años, dominaron completamente el mercado.
Desde las baterías de un solo uso hasta el primer coche eléctrico de la historia
El origen de los vehículos eléctricos se remonta a principios del siglo XIX, cuando los primeros intentos de desarrollar tecnologías de propulsión eléctrica comenzaron a tomar forma. El primer paso del que se tiene constancia es el modelo embrionario de motor eléctrico que inventó Ányos Jedlik, un sacerdote húngaro, en 1828. Unos años después, en 1834, el herrero estadounidense Thomas Davenport, desarrolló un modelo simular que funcionaba en una pista circular electrificada muy corta. En 1835, un profesor de Groningen, Países Bajos, y su asistente, construyeron un coche eléctrico a pequeña escala, que estaba alimentado por baterías no recargables de células primarias.
Estos primeros modelos, aunque no eran prácticos porque no tenían autonomía y no se podían reutilizar, son el origen de la historia del coche eléctrico y sirvieron como base para los coches futuros. La primera batería recargable que permitió almacenar electricidad en el propio vehículo fue la batería de plomo-ácido, inventada en 1859 por el físico francés Gastón Planté, que a su vez fue mejorado por Camille Alphonse Faure en 1881, aumentando su capacidad.
Fue por esta época, en la Exposición Universal de París en 1867, cuando se presentó un primer prototipo de un vehículo eléctrico de dos ruedas, más como curiosidad llamativa que como opción realista de movilidad callejera. En 1881, Gustave Trouvé presentó un modelo con tres ruedas.
La apuesta por el vehículo eléctrico: higiene, salud y anticontaminación
Thomas Parker, un inventor inglés muy concienciado con los efectos nocivos del humo y la contaminación, dedicó gran parte de sus esfuerzos a buscar alternativas al carbón. Por ejemplo, fue el responsable de la electrificación del metro de Londres, de las líneas aéreas de los tranvías en ciudades como Liverpool o Birmingham y de la coalita, un combustible que no generaba humo. Él fue el primero en desarrollar la primera producción de coches eléctricos en Londres en 1884.
Este hito impulsó el comienzo de la industria de la movilidad eléctrica: se trabajaba en locomotoras, tranvías, coches… y hasta un carrito eléctrico para perros. La compañía Elwell-Parker, de Thomas Parker, que construía y vendía tranvías eléctricos se acabó fusionando en 1888 con otras empresas, formando la Electric Construction Corporation, que tenía el monopolio del mercado británico de coches eléctricos a finales del siglo XIX.
El gobierno francés también apoyó a su propia industria y en Alemania Andreas Flocken desarrolló el primer coche eléctrico de país. En Estados Unidos, William Morrison retomó el testigo construyendo el primer coche eléctrico del país en 1890-1891: un vagón para seis pasajeros que alcanzaba los 22,5km/h. Unos años después, en 1899, Camille Jenatzy batió el récord de velocidad alcanzando los 105,88km/h.
El comienzo del siglo XX: un boom en la historia del coche eléctrico
Como todos los avances tecnológicos, los coches eléctricos causaron una verdadera sensación entre la sociedad. Su popularidad creció a principios del siglo XX gracias a su funcionamiento silencioso, suavidad de conducción y la falta de emisiones directas. Los taxis eléctricos se volvieron comunes en ciudades como Nueva York o Londres y, en 1912, cuando muchas casas contaban ya con suministro de electricidad, se consolidaron como cómodos vehículos urbanos.
Las ventajas eran muchas: no tenían los problemas de arranque de los vehículos a vapor ni requerían de un esfuerzo manual para empezar a funcionar, como los coches de gasolina. Eran mucho más silenciosos, menos contaminantes y sucios y más cómodos de manejar porque no vibraban ni requerían cambios de marcha. Todo esto hizo que, durante este periodo, hubiera 33.842 coches eléctricos en Estados Unidos, lo que suponía un 38% del total de los vehículos (frente al 22% de gasolina).
El declive y auge del coche eléctrico
A medida que la industria automotriz avanzaba y se desarrollaban estructuras viales que permitían mayores distancias, los motores de combustión interna comenzaron a dominar el mercado. El descubrimiento de enormes reservas de petróleo a nivel mundial y la mayor autonomía y facilidad de recarga de los vehículos de gasolina contribuyeron a su predominio, relegando a los vehículos eléctricos a un segundo plano.
No ha sido hasta finales del siglo XX y comienzos del XXI cuando han resurgido los vehículos eléctricos, impulsado por la preocupación creciente sobre la dependencia de los combustibles fósiles y el cambio climático. Las mejoras en la tecnología de baterías, como las baterías de iones de litio, aumentaron la autonomía y la eficiencia de los vehículos eléctricos, lo que los convirtió en una opción más viable para los consumidores.
En la actualidad, los vehículos eléctricos son una parte integral de la industria automotriz. Casi todas las principales marcas de automóviles tienen modelos eléctricos en su línea de productos, y cada vez son más los gobiernos que están implementando políticas para fomentar la transición hacia la movilidad eléctrica en un esfuerzo por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire.
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