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El agua que mueve el sol
Con un simple gesto abrimos el grifo, incluso los más tecnólogos lo hacen ya con la voz. Y sale agua, fuente de vida. Como cuando pulsamos un interruptor y se enciende la luz, sin aparentemente ningún esfuerzo para aquellos que tenemos la suerte de vivir en países desarrollados. Hacemos el gesto, y el agua aparece, pero esa corriente invisible que da vida a todo requiere de una red compleja que la transforma y la lleva hasta nuestros hogares.
Esa infraestructura silenciosa necesita energía para impulsar el viaje del agua, desde su captación hasta el consumidor final, alimentando las estaciones de bombeo de agua, los centros de control o la digitalización de los datos. Un proceso que parece un engranaje, que va encajando a medida que la potabilización del agua avanza. Lo que lo hace redondo, y fascinante, es que para todo ese proceso entre en acción otra fuente vital y limpia: el sol, que suministra la energía necesaria para que todo funcione.


Ejemplo de ello es el Consorcio de Aguas de Tarragona (CAT), que capta, trata y distribuye agua potable a 70 municipios y 27 industrias de punta a punta de la provincia de Tarragona. Endesa le construyó dos plantas solares fotovoltaicas que suman más de 8.500 paneles. A través de ellos se recoge la energía del sol para cubrir un 10% de la energía que necesita el CAT para desarrollar su actividad. Eso impulsa el camino del agua.
Cada gota que abastece las regiones conocidas como Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre es captada a través de los canales que se encuentran en los márgenes izquierdo y derecho del río Ebro en Campredó, pedanía situada a 7km al sur de Tortosa. Desde allí se bombea aguas arriba y viaja por grandes tuberías hasta llegar a la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de la Ampolla, donde le espera una infraestructura de dimensiones colosales que casi parece un lago. Solo el hormigón que retiene el agua, con 6 metros de profundidad, revela que no lo es. Incluso las aves se acercan atraídas por su quietud o para beber.
Se trata del pulmón del sistema. Un gran depósito con 175.000 toneladas de agua que cumple una doble función: regular el proceso de potabilización y actuar como reserva estratégica en caso de incidencia, de forma que podría sostener el suministro durante horas. En verano, 12, y en invierno, 24, o lo que es lo mismo, un día completo.
Es en este recinto donde se transforma el agua para hacerla apta para el consumo. Desde la preozonización a la postozonización, pasando por las distintas cámaras, floculadores, decantadores, tratamiento de fangos, y filtros de arena o de carbón hasta llegar al depósito de agua tratada, una nave de grandes dimensiones que acoge en su tejado más de 6.600 paneles solares que ocupan una superficie de 30.800 m², equivalente a una extensión similar a tres campos y medio de futbol. Se trata de la fotovoltaica en servicio más grande del sector y el tratamiento de agua de toda España. Desde aquí se dibuja, como telón de fondo, el maravilloso Delta del Ebro, donde el agua también cobra vida con la desembocadura del río Ebro y su fusión con el Mediterráneo.
En el CAT, cada gota se controla, cada segundo se monitoriza. Desde la sala de control en la Ampolla, el cerebro de la instalación, se reciben 50.000 señales que permiten saber qué ocurre en cada punto, cada diez segundos. Presiones, caudales circulantes, nivel de los depósitos, estado de las motobombas, temperatura de los motores... La vigilancia es constante, las 24 horas del día y los 365 días del año.
Hay personas revisando cada detalle, también en el laboratorio, donde se analizan más de 275 parámetros cada día, 60.000 al año. Ahí es donde la ciencia afina su potabilización y la pureza, para verificar que todo esté en equilibrio: eliminando lo que sobra, reforzando lo importante, hasta llegar al depósito de agua tratada.


El agua sale de la Estación de Tratamiento de Agua Potable lista, convertida en agua potable, y se desliza gracias a otra estación de bombeo por una red de más de 400 kilómetros de tuberías, algunas en medio de la naturaleza, otras en túneles. Algunas son tan grandes que una persona con un atura de hasta 1,6 metros podría ir de pie. Estos cientos de kilómetros de tuberías recorren buena parte del litoral tarraconense, desde Alcanar hasta Cunit, y hasta Blancafort y Solivella por el interior y norte de la demarcación.
Todo ello no sería posible sin las 23 estaciones de bombeo que forman parte del consorcio y que son grandes consumidoras de energía. Una de ellas, donde el CAT tiene sus instalaciones centrales, en Constantí, acoge la otra planta solar que Endesa le construyó, con más de 1.900 paneles fotovoltaicos. Desde allí, y con la ayuda cada vez más presente del sol, se eleva el agua desde los depósitos a los ramales de conducción secundaria y litoral, que terminarán desembocando a los depósitos que dependen de entes municipales. A partir de ahí, la red en baja toma el relevo y continúa el trayecto hasta los hogares.
Un camino largo y vital, donde innovación y sostenibilidad se entrelazan como lo hacen el agua y el sol, en sintonía. Es bonito ver cómo la luz del sol se convierte en energía para mover algo tan esencial para la vida: el agua. Silenciosas ambas, pero tan imprescindibles.
Ingrid Font Ció
Dirección de Comunicación Externa y Digital de Endesa en Cataluña.