Movilidad eléctrica en la encrucijada: lecciones de éxito y errores en Europa
Los datos de ventas de vehículos eléctricos del pasado año reflejan un ritmo insuficiente para cumplir los objetivos de descarbonización marcados por la Unión Europea. En el contexto actual, los incentivos desempeñan un papel fundamental, pero su eficacia depende de su diseño y gestión. Mientras algunos países han simplificado los procesos, otros han impuesto complejidades burocráticas que ralentizan la transición.
Por Iván Martín y Ladera
En 2024, el sector automovilístico europeo cerró con cifras preocupantes, lejos de los 15 millones de unidades vendidas en 2019.
En España, las ventas totales aumentaron un 7,1%, superando el millón de vehículos vendidos por primera vez desde la pandemia, según la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC). Sin embargo, los coches 100% eléctricos cayeron un 3,1%, con 73.961 unidades, y el total de vehículos electrificados, incluidos los híbridos enchufables, también retrocedió un 3,9% según datos de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (AEDIVE) y la Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos (GANVAM). Estos datos reflejan un ritmo insuficiente para cumplir los objetivos de descarbonización marcados por la Unión Europea.
A pesar de las normativas y avances tecnológicos, la industria europea ha avanzado con lentitud. Los modelos de negocio tradicionales no se han adaptado con la rapidez necesaria, permitiendo que mercados como China tomen ventaja. En este contexto, los incentivos desempeñan un papel fundamental, pero su eficacia depende de su diseño y gestión. Mientras algunos países han simplificado los procesos, otros han impuesto complejidades burocráticas que ralentizan la transición.
El año 2025 marca un punto de inflexión: las normativas europeas de emisiones de CO2 serán más estrictas y costosas para quienes no cumplan. Las empresas deben acelerar la electrificación y reforzar la infraestructura de recarga. España, por ejemplo, cuenta con 40.000 puntos de carga, menos de la mitad de los 90.000 necesarios. Sin un despliegue más ambicioso, los conductores seguirán enfrentándose a barreras prácticas que frenan la adopción de vehículos eléctricos.
Además, el alto precio de estos vehículos limita su acceso para muchas familias, generando un fenómeno de dualización urbana y una brecha social que puede dar lugar a “ciudades de dos velocidades”, en las que solo unos pocos tienen acceso a una tecnología más limpia y rentable.
Contrastes Ibéricos
En la Península Ibérica asistimos a dos ejemplos con resultados totalmente diferentes en cuanto a la implementación de las políticas de ayudas e incentivos por parte de los gobiernos de España y Portugal.
En los últimos años Portugal se ha convertido en todo un referente situándose como modelo de éxito en sur de Europa. El país luso ha sabido posicionarse como un ejemplo destacado en la adopción del vehículo eléctrico. Con un porcentaje de ventas que gracias a un crecimiento del 10% respecto a 2023 dispara la cuota de mercado de los vehículos cero emisiones hasta casi el 20% del total en 2024, según Associação de Utilizadores de Veículos Elétricos (UVE).
El exitoso modelo luso ha demostrado cómo un sistema de ayudas directas, ágil y sin excesivas barreras burocráticas, puede marcar la diferencia. Gracias a incentivos rápidos y accesibles como la exención total del impuesto sobre automóviles, los consumidores portugueses han tenido menos obstáculos para apostar por la movilidad sostenible.
A estas medidas se suma el impulso gubernamental para ampliar la red de recarga en todo el país. Solo en los primeros seis meses de 2024, se instalaron más de 5.000 nuevas estaciones de carga, eliminando una de las principales barreras al uso de vehículos eléctricos.
Este éxito del país vecino contrasta fuertemente con el caso español, donde el Plan Moves III se ha visto afectado por su complejidad administrativa, delegada a las Comunidades Autónomas. La tramitación de las ayudas puede prolongarse hasta más de dos años, lo que disminuye su atractivo para los beneficiarios. Además, los receptores deben tributar la ayuda en su declaración del IRPF al año siguiente, lo que reduce aún más su eficacia.
A pesar de las críticas de consumidores, fabricantes y asociaciones del sector, el Gobierno de España incluyó una prórroga hasta el 30 de junio de 2025 del Plan Moves III en el real decreto ley ‘ómnibus’, que finalmente ha sido rechazado en el Congreso de los Diputados el pasado 22 de enero.
Desde AEDIVE insisten en la necesidad de un nuevo esquema de ayudas directas, más ágil y centralizado, con el objetivo de duplicar, como mínimo, el número de vehículos electrificados para finales de 2025. Este reto será aún más difícil, ya que ahora el año empieza cuesta arriba para la recuperación de las ventas, al quedarse España sin ayudas a la compra de vehículos eléctricos.
Modelos europeos divergentes
Frente a los dos modelos ibéricos, en Francia se ha apostado por un enfoque híbrido, donde se combinan ayudas directas con programas innovadores, como el “renting social”, diseñado para facilitar a las familias con menos recursos el acceso a un coche eléctrico. El sistema de transición justa ha sido bien recibido y refuerza la imagen de Francia como uno de los países líderes en movilidad sostenible.
Por su parte, Alemania, que debería ser el gran impulsor de la movilidad eléctrica en Europa, mantiene el freno pisado tras la abrupta retirada de ayudas a finales de 2023, lo que provocó un desplome en las ventas, con una caída del 29% sólo en el primer trimestre de 2024. Este descenso ha puesto de manifiesto la dependencia del mercado alemán de los incentivos públicos y la falta de alternativas estructurales que mantengan el impulso sin subsidios.
En contraste con la situación alemana, Reino Unido, aunque fuera de la Unión Europea, ha tomado un camino diferente para acelerar la adopción del coche eléctrico. En 2024, superó a Alemania como el mayor mercado de vehículos eléctricos del continente, con una cuota de mercado del 19,6%. Este resultado se logró gracias al sistema de cuotas de cero emisiones (ZEV), que obliga a los fabricantes a cumplir objetivos de ventas de coches eléctricos bajo amenaza de sanciones económicas. A diferencia de Alemania, que dependía de las subvenciones, Reino Unido ha impulsado la transición sin ayudas directas al consumidor, pero con regulaciones estrictas que refuerzan el compromiso de la industria.
Lecciones para Europa
Frente a las políticas estatales, surgen propuestas de grupos ambientalistas como Greenpeace, que en Alemania han planteado un impuesto adicional a los coches de combustión para financiar ayudas de 4.500 euros por vehículo eléctrico.
La falta de una estrategia europea unificada demuestra que los incentivos son clave para la transición hacia la movilidad eléctrica, pero su éxito depende de un diseño eficiente y coherente. Mientras Portugal y Reino Unido avanzan con modelos efectivos, España sigue atrapada en su complejidad administrativa, y Alemania intenta redefinir su estrategia tras un tropiezo que ha afectado su competitividad.
La movilidad eléctrica requiere ahora, más que nunca, políticas ágiles y estratégicas. Solo así Europa podrá consolidar su liderazgo en sostenibilidad, reducir desigualdades y convertir al vehículo eléctrico en un motor de transformación económica y social.