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La ciudad del dólar
El aparcamiento de Compostilla II, el complejo de producción de energía eléctrica a través del carbón ubicado en Cubillos del Sil, en Castilla y León, no tiene un hueco libre estos días. El desmantelamiento de la central térmica de 1341 MW de potencia, una de las más grandes del país y todo un referente económico para la comarca del Bierzo, genera un trajín que recuerda a los años en los que entraba en el mercado a pleno rendimiento. Eso fue antes de que se endureciese la normativa sobre emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero y de que el precio de emisión del CO2 se volviese prohibitivo.
El cierre de la infraestructura que se levanta sobre una llanura en la cola del pantano de Bárcena tiene el objetivo de liberar ese suelo industrial para que se aproveche para otros proyectos que generen oportunidades de futuro en la zona. Es lo que se conoce como el plan Futur-e de Endesa y que también llevará aparejado el desarrollo de potencia renovable en el entorno. En un amplio despacho de las oficinas nos espera Emilio Ares, que es parte del equipo de Endesa para ejecutar este desmantelamiento. Ha vuelto a su casa, a Ponferrada, para una tarea con un elevado peso sentimental. Conversamos con él mientras recorremos los sitios de la central que fueron y que ya no son.


─ Cuando leí la entrega de "El Legado que seremos" referente a la central térmica de Andorra, en Teruel, enseguida me vino a la mente una imagen parecida a la que alude el protagonista y que yo ya tengo: la de mi abuelo entrando aquí con una de las primeras piezas de la turbina para la construcción de Compostilla II y yo, con esa misma pieza de fondo, en el instante en que se la llevan para continuar con la demolición del complejo. Toda mi familia es de Ponferrada y represento a la tercera generación de trabajadores de Endesa. Mi abuelo trabajó en la compañía, mi padre, mi hermano, mis tíos… por lo que, evidentemente, este no es un destino más para mí, es un encargo muy especial.
Empecé a trabajar en esta central con 18 años en una empresa auxiliar de Endesa y con 20 ya formaba parte de la familia de Endesa. Primero en el departamento de Ingeniería y ahora llevo 15 años en la UPOM (Unidad de Proyectos, Obras y Montajes), con proyectos fuera de Ponferrada. He vuelto a los orígenes para este desmantelamiento. Mi abuelo había emigrado también en su época y regresó a Ponferrada para la construcción de la central hidráulica de Bárcena. Era conductor de camión y encontró así su primer trabajo en Endesa en 1944 cuando la empresa se fundó aquí. Y luego mi padre comenzó con 14 años en la escuela de aprendices, que era una especie de formación profesional enfocada a una salida laboral ya dentro de la compañía, y se jubiló con 64 años, y 50 años de antigüedad, después de haber desempeñado diferentes funciones en Compostilla I y Compostilla II.



Este pequeño álbum familiar lo he hecho para ilustrar la importancia que ha tenido Endesa en mi familia, que es la importancia que ha tenido y tiene en la mayor parte de quienes somos de esta tierra. En 2018 el Ayuntamiento de Ponferrada impulsó la exposición Ponferrada, ciudad del dólar, que es el sobrenombre que se le puso en la década de 1950 cuando se produjo un desarrollo económico y social sin precedentes. De repente, se convirtió en la primera ciudad de España en crecimiento demográfico y hubo muchísima gente que vino de fuera (el 58% de la población era nacida fuera del municipio), porque se generaron una cantidad enorme de empleos. Eso creo que ejemplifica de forma sobresalienta la riqueza que se estaba dando en esta zona. Y todo pivotaba en torno a Endesa.
Ahora entramos en otro ciclo. Se cierra una etapa para convertirnos a la producción de energía mediante otras tecnologías y realmente confío en el resultado del plan Futur-e para la zona. Endesa siempre ha mostrado un compromiso con esta región. Los vínculos históricos son abrumadores. El Bierzo es el kilómetro 0 de nuestra empresa. Y de la misma manera que se ha buscado una salida para los trabajadores de la central, para la gente de las empresas contratistas, estoy convencido de que se encontrarán proyectos lo suficientemente importantes como para seguir dando oportunidades de futuro a las siguientes generaciones.


A nivel personal siempre he participado en grandes proyectos, como la construcción de una central de ciclo combinado con 1.000 MW de potencia instalada y 500 millones de inversión, y cuando me llamaron para participar en la demolición de Compostilla II dije: ‘algo estoy haciendo mal, estoy bajando de nivel’. Pero en cuanto entré, me di cuenta de que la gestión de este tipo de proyectos no es nada sencilla y está suponiendo un gran aprendizaje para mí.
En nuestra unidad trabajamos con proveedores de alto nivel de todas las partes del mundo y se aprende muchísimo. Es lo que más me gusta de mi trabajo. En los grandes proyectos, las empresas mandan a los mejores y de los mejores es imposible no aprender. Y en una demolición ocurre exactamente lo mismo, porque algo que parece muy simple a nivel de ingeniería, quizás desde el punto de vista de seguridad laboral y medioambiental sea un punto realmente complejo.
En el proceso que hemos finalizado de demolición de los grupos 1 y 2, por ejemplo, la documentación que teníamos, al ser su construcción de los años 1950 y 1960, no era muy completa y te encontrabas con imprevistos cada día. Todo lo que está a la vista es fácil de valorar, pero todo lo que está escondido siempre te da sorpresas. Y así me imagino el futuro para esta zona en los próximos años, un camino repleto de sorpresas agradables.
Emilio Ares Bolado
Supervisor Proyecto Demolición C.T. Compostilla II
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